Tras pasar agachados el arco del Ayuntamiento, para que la imagen de Nuestra Señora de los Dolores no se dañase al chocar contra el techo, los cofrades que la cargaban, tras girar y hacer una breve parada, afrontaron los últimos metros de la procesión de la Soledad, protagonista del Sábado Santo. Los fieles que se concentraron para ver el tramo final formaron un pasillo en el que los miembros de la Archicofradía del Santo Entierro y Nuestra Señora de los Dolores, organizadora del acto religioso desde que debutó en Oviedo en 1996, cubrieron con la luz de sus velas la primera línea. Y tras un toque de campana, los guantes morados de quienes portaban la imagen acapararon todas las miradas tras levantar hacia el cielo a la Señora de Oviedo, a escasos metros de su casa, la parroquia de San Isidoro. "Bravo", gritaron algunos de los que contemplaban una escena que recogió el sonido de un aplauso general.

Nuestra Señora de los Dolores volvió después a los hombros de quienes la cargaban que recibieron la orden de girar para entrar de espaldas en la iglesia. "Al toque nos damos la vuelta", les gritó el encargado de ordenar sus movimientos. Tras colocarse en posición, el grupo de encapuchados que sujetaba la imagen aceleró el paso y subió las escaleras de la misma forma en la que las había bajado antes; con el cuerpo doblado para librar la entrada de San Isidoro.

Muchos fieles pasaron entonces al templo para terminar la procesión de hábitos negros que había recorrido, con la música de la Unión Musical del Principado de Asturias (UMPA), las calles Magdalena, Campomanes, Martínez Marina, Cabo Noval y Marqués de Santa Cruz para hacer una pequeña parada junto a la plaza de la Escandalera. Cruzaron después a paso ligero el tramo que va hasta la plaza del Porlier, sin detenerse frente al edificio histórico de la Universidad de Oviedo, donde varios miembros de la Hermandad de los Estudiantes esperaban para presentar sus respetos. La Archicofradía del Santo Entierro y Nuestra Señora de los Dolores, sin embargo, pasó de largo, generando una sensación de malestar entre quienes se habían colocado frente a ella para saludarla.

Escoltada por varios miembros del cuerpo de bomberos y con una marcha de la que participaron muchos niños y mujeres -que suman la mayor parte de los trescientos miembros de la organización- la Señora de Oviedo pasó después junto a la Catedral, con los portadores marcando el ritmo con los sonoros bastonazos que propinaron al suelo para acompañar cada paso. Recorrió luego la calle Cimadevilla rumbo al arco del Ayuntamiento. Fue en ese momento cuando más fieles acompañaron a la procesión, muchos de ellos con sus teléfonos en alto grabando el momento más emotivo del Sábado Santo, con la imagen entrando de espaldas en San Isidoro.