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Responden los voluntarios del Teléfono de la Esperanza de Asturias

Cómo disfrutar de un viaje

Viajantes, viajeros, turistas y peregrinos viven los desplazamientos de distinta forma En todos los casos, lo importante es sacar provecho

Un avión en pleno despegue.

María me dice que cuando viaja le notan en sus ojos la mirada propia de los ojos de la infancia, una amalgama de asombro y curiosidad; y quizá por eso queden prendados de los vitrales de su mirada todos los que andan perdidos en busca de sus miradas perdidas. Mirar la arrobada mirada de María, nuestra mirada más temprana (a fin de reponerla), ya es un destino en sí mismo para los demás. María quizá no lo sepa, pero ya tiene la mirada del viaje antes de iniciarlo.

Ninguna de las modalidades de viaje es desdeñable y todas ellas, respetables; hasta pueden darse todas en el mismo, ya que las separa a veces una línea difusa. Y aquí han de ser considerados los gustos personales y las posibilidades del momento. "El viaje a la cercanía puede ser el viaje más largo e intenso, excitante y exótico", me dice Juan Luis, avezado viajero, viajero fijo discontinuo, así es como él se define, porque la discontinuidad la ejerce de turista, incluso de viajante, y diríase que insinúa entrañas de peregrino: Busca cuando no encuentra la peregrina belleza.

Le gusta esa palabra porque alguien en el camino le enseñó que supone una actitud no exenta de humildad y gratitud: la de llegar con humildad a los lugares y al paisaje de las personas y la de marcharse sin hacer ruido, mostrándose agradecido.

Asimismo, son palabras del camino, hay un reto necesario: el de emprender el viaje interior, hacia uno mismo. A veces, lo consigue, y más que viajar, consigue irse. El viaje también le permite huir de los agobios. Si dispone de tiempo, "desestacionaliza sus desplazamientos" por eso del hacinamiento y evitar colas. Se dice que, a veces, cuando Mona Lisa ve acercarse esas hordas por los pasillos del Louvre su sonrisa se vuelve inalcanzable, y que no es debido al "sfumato". El viaje tiene sus alternativas. Te ofrece la posibilidad de "viajar a quedarse". Y así todos tus días son susceptibles de viaje, todos con la oportunidad del viaje? Porque hay viajes que inicio y otros que vienen a mí (sólo he de tener la disposición de acogerlos, ser su anfitrión). ¡Viajar a quedarse! O quedarse entregados a la pantalla, tocados por las historias, por otras realidades, absortos en la ventana narrativa de la sala de un cine.

Flaubert soñaba con viajar tendido en un diván. Y se puede viajar leyendo desde un sillón, un sillón alado, como el que tenía Neruda anclado frente a las nubes en el salón de La Sebastiana: "La casa que logró escalar el aire para mirar el puerto de Valparaíso". Una anciana a la entrada de la iglesia de Naves nos dijo extrañada a los que veníamos de visitar la playa de Gulpiyuri: "No entiendo cómo la gente de Oviedo marcha de vacaciones con 'esi' Campo de San Francisco tan 'preciosu' que tienen". ¡Viajar a quedarse! Herminio Otero diferencia entre turista y viajero: "Ahora hay pocos viajeros y muchos turistas". El turista sabe que va a volver al lugar del que partió y va a regresar algo más cansado pero no muy cambiado; el viajero sale y nunca regresará al mismo sitio ni con la misma actitud y vivencia con la que partió.

A lo largo de la historia se han ido alternando la prevalencia de dos caminos distintos. Uno, como el de Ulises, que sale de Ítaca y vuelve a Ítaca. Es un viaje circular y regresa al lugar de origen. Otro, como el del pueblo judío, que es lineal y abierto al futuro. Tiene un origen, un recorrido y un destino siempre abierto y distinto a todo lo que se ha vivido. Ya sea como viajante, viajero, turista o peregrino, en cualquier modalidad del viaje, lo importante es sacarle provecho, disfrute. Yo lo procuro para no caer atrapado en la frase que le oí hace años a Jerónimo Granda: "El viaje nunca es inútil. En tal caso, el inútil puede ser el viajero".

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