El teatro Campoamor -en plena celebración del 125 aniversario de su construcción- se dotó ayer de un chorro de color y de cultura pop con un claro objetivo: "Acabar con el aire burgués del teatro", explicaron desde el Ayuntamiento. Y es que tras décadas colgado en un pasillo de la quinta planta del teatro ovetense, el municipio instaló ayer en una de las zonas más nobles del coliseo (el salón de té) la versión del Guernica de Picasso - "Guernica de consumo"- realizada por el artista ovetense ya fallecido Germán Madroñero (1961-1994). "Es el Guernica ovetense y por eso había que dignificarlo", explicó Roberto Sánchez Ramos (IU), "Rivi", edil de Cultura y presidente de la Fundación Municipal de Cultura (FMC). Ramos explicó que la obra de Madroñero, un mural de 557x232 centímetros, se ha conservado en las entrañas del Campoamor "durante 25 años gracias a los mimos de los trabajadores de la Fundación de Cultura". Precisamente en estos días se cumplen 25 años del traslado del Guernica de Picasso desde el Casón del Buen Retiro al Museo Reina Sofía y 80 años desde que el artista malagueño plasmó el bombardeo de la localidad vasca por parte de la Legión Cóndor durante la Guerra Civil.

Además de Sánchez Ramos, glosó la figura de Madroñero la escritora y periodista Ángeles Caso, musa del artista. "Por fin este edificio de aire burgués ha dado un paso en otra dirección, una dirección que lo mejora", dijo Caso ante la obra de su amigo. La escritora lamentó la muerte prematura de figuras como la de Madroñero, Juan Nebot o Nacho Martínez. "Cómo habría sido esta ciudad y este país si hubieran aportado todo lo que tenían que aportar", añadió.

Por su parte, Saturnino Noval, amigo del artista y conservador de la casa Natal de Jovellanos y del Museo Nicanor Piñole, señaló que Madroñero buscaba con sus obras "quitarle aburrimiento a la pintura, acabar con el gris del franquismo". Sobre el cuadro dijo que el artista "no tuvo complejo en apropiarse del Guernica, un icono del siglo XX, y transformar un bombardeo en un lluvia de piedras preciosas".

Mientras, Paula Madroñero, hermana del pintor, fue la encargada de poner el toque personal al acto. "Era una gran persona, valiente y auténtica. Los grandes hombres no deben morir", apuntó. Y Joaquín Valdeón, amigo de juventud de Madroñero, rememoró cómo la vida del artista "no fue nada fácil, fue el anticuento de hadas". Valdeón presentó a un hombre "con el que te reías hasta en las situaciones más trágicas", de un carácter "excesivo" y del que queda muy poco legado artístico "ya que sus obras eran efímeras".