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Tradición oriental en versión asturiana

El judo desembarcó en Oviedo a finales de los sesenta como un deporte exótico que se impartía en un gimnasio de la ciudad

El judo oventense cumple 50 años

El judo oventense cumple 50 años

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El judo oventense cumple 50 años Amor Domínguez

Cada vez que el maestro de judo Shu Taira entra o sale del tatami, hace una reverencia. "El judo es ante todo respeto, nobleza y elegancia", asegura. Este japonés de 75 años es una de las figuras clave en el desarrollo de las artes marciales en Asturias y en España. Llegó a Oviedo a finales de los sesenta para dar unas clases en el gimnasio que llevaba el nombre de su amigo Masurao Takeda. "Mi plan era estar unos meses, pero al final me quedé de forma definitiva", evoca.

El judo llegó a nuestra región como un deporte exótico que fue enganchando a los que lo practicaban. Es el caso de Álvaro Ojanguren, uno de los nueve fundadores del club. Su pasión por la artes marciales comenzó en 1966, cuando un cliente de su empresa le habló de un local en la calle General Zubillaga, en el que se impartía judo. "Entré por probar y salí con el judogi en la mano", recuerda Ojanguren. Cuando el dueño del gimnasio les comunicó que no podía seguir adelante con las instalaciones, los alumnos comenzaron a pensar opciones para no quedarse sin las clases. "Si hubiera habido algún gimnasio en Oviedo que impartiera judo, no hubiéramos creado el club", aclara Álvaro Ojanguren.

El primer local se ubicó en la calle Monte Gamonal de Oviedo. "Pusimos dinero para pintar e hicimos una colchoneta que rellenamos con serrín. Había más ilusión que medios", explica Ojanguren.

En sus orígenes, el club se llamó Asturjudo, un nombre poco oriental que se cambió por el actual en honor a Masurao Takeda, un japonés afincado en Madrid que había impartido algunas clases en Oviedo. El maestro dio nombre al club y comenzó a trasladarse esporádicamente a Asturias. Cuando sus múltiples ocupaciones le impidieron hacerse cargo del club pensó en otro joven japonés que ya por 1968 ganaba importantes trofeos internacionales. Shu Taira se desplazó a Asturias y acabó convirtiéndose en el sustituto de Takeda. Arrancaban cinco décadas de continua evolución de las artes marciales en el Principado. "El judo en Asturias nació en este gimnasio. El 90 por ciento de los que están dando clase en la región aprendieron aquí", puntualiza Taira.

Taira marcó los primeros pasos del judo asturiano. Pero en este largo camino hubo un punto de inflexión: el cambio de las primitivas instalaciones en Ciudad Naranco a su nueva ubicación, en la calle Fuente del Prado, en 1982. Un segundo punto de inflexión llegó hace 12 años, con la jubilación del maestro Taira. La dirección del club cambió, asumiendo la gestión deportiva dos de los alumnos más veteranos, José Joaquín Suárez y Carlos de Cima.

José Joaquín Suárez, actual presidente del club, fue alumno de Shu Taira. Comenzó a practicar en el colegio Loyola cuando tenía diez años, y desde entonces no ha dejado de pisar el tatami. "Mi vida siempre ha estado vinculada al judo, este deporte me enganchó porque te da mucha seguridad y aplomo. Aprendes a moverte y a defenderte, pero también conoces valores como el respeto a los profesores y a los compañeros", argumenta el responsable de Takeda. "Mucha gente viene pensando en el judo como defensa personal y eso hace que haya demanda para asistir a clase", detalla.

En el gimnasio, doscientos alumnos de entre 3 y 67 años reciben las clases que imparten cinco entrenadores. Takeda también enseña judo en varios colegios que han elegido este deporte como actividad extraescolar. "Cuando nos hicimos cargo del club había dos grupos y ahora hemos llegado hasta cinco. El judo está muy indicado para los niños, y ya son muchos los que lo practican. Las licencias para practicarlo han aumentado en los últimos años pero no en la medida que a mí me gustaría", lamenta el presidente de Takeda, quien añade: "En Francia, el judo es el tercer deporte del país, y aquí es minoritario; si la gente conociera sus valores se inclinaría más a practicarlo".

Álvaro Ojanguren es el ejemplo de que el judo no tiene edad. A sus 80 años ha colgado el judogi pero el tatami sigue siendo su medio natural. Su trabajo como empresario en el sector de las artes gráficas no tenía nada que ver con las artes marciales, pero eso no fue obstáculo para que Ojanguren se convirtiera en el primer ovetense campeón de Asturias de judo. "Practiqué sin parar durante 56 años y también hice tenis y windsurf, pero sólo como aficionado. El judo une mucho. Cuando me encuentro a los compañeros con los que coincidí hace años me doy cuenta de que los lazos que nos unen siguen siendo muy fuertes. Eso no pasa en otros deportes".

El gimnasio de Takeda está presidido por dos lemas escritos con letras orientales y cuya traducción aproximada sería: "El judo es el camino para progresar mutuamente" y "El judo es un deporte que usa buena energía". Es la filosofía de un deporte en el que la violencia se queda fuera del tatami.

"Aquí no hay enemigos, el enemigo está dentro de ti. Cada día de entrenamiento hay que hacer un esfuerzo para superarse", asevera Shu Taira. Las películas de artes marciales animaron a muchos a ponerse un kimono blanco. "Había mucha curiosidad por conocer la cultura china o japonesa, pero para aprender la técnica del judo se necesita tiempo y muchos abandonan", lamenta Taira, quien apostilla: "El judo es bueno para los niños pero también para los padres. Si quieres que te respeten, tú también debes respetar, y eso se aprende en el tatami".

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