Martín Lutero, el fraile agustino que en el siglo XVI causó la división del cristianismo que pervive hasta nuestros días, "inició hace cinco siglos una lucha de cátedras, que no de púlpitos". Así lo aseguró ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA el sacerdote José Luis González Novalín, rector emérito de la Iglesia Nacional de Santiago y Montserrat en Roma. Desde una visión moderada de la cuestión, advirtió de lo complejo que resulta abordar la reforma luterana y la dimensión de su propia figura.

Si algo dejó claro el clérigo, prelado de honor de Su Santidad y canónigo de la Catedral de Oviedo, nacido en Nava en 1929, fue que una de las diferencias fundamentales entre católicos y protestantes estriba en el concepto de hombre. "Lutero tiene una idea totalmente negativa de la naturaleza humana, hasta las almas del purgatorio pecan queriendo salir de él".

González Novalín, que fue alumno del padre Ricardo García Villoslada, una autoridad en la figura del fraile agustino, de cuya Reforma se cumplen cinco siglos, señaló que contrariamente a lo que se cree, no vio nada en Roma que no conociese en otras partes. "Es cierto que allí empezaron las dudas sobre su lugar en la Iglesia". Desde la sede del papado Lutero regresó a Wittenberg como profesor de Teología en la Universidad fundada por el elector de Sajonia, Federico el Sabio, que atesoraba una ingente colección de reliquias. En 1517 Lutero fijó las famosas 95 tesis en la puerta de la iglesia, el inicio del camino que le llevaría a ser excomulgado. Entre aquellas afirmaciones González Novalín destacó la referencia a la incapacidad del hombre para evitar el pecado; la reducción de los sacramentos, el cuestionamiento de la potestad universal del Papa y el principio de "sola fide", la base del planteamiento luterano. La presentación corrió a cargo de Javier Fernández Conde, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo, alumno y amigo de González Novalín, y de María Luisa Alonso Bengoa, vicepresidenta de Tribuna Ciudadana, organizadora del acto. González Novalín destacó que por primera vez "los católicos participan en las celebraciones del aniversario". Lutero murió en 1546 en Eisleben, su pueblo natal. Sus últimas palabras fueron: "En tus manos dejo mi espíritu. Tú me has salvado, Señor, mi fiel Dios."