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La mar de Oviedo

Oremus

Oremus

El sábado salí de casa a la hora del Ángelus, tomé vino de misa en La Barata, Colombres, con una de hígado, Dios delante; en Potes, devoto de Casa Cayo, me atreví con los garbanzos (vienen de Sonora), cocidos en las benditas aguas del Quiviesa; a las cinco crucé la Puerta del Perdón, en Santo Toribio, y besé la Lignum Crucis que me tendió el prior, Juan Manuel Núñez, para ganar el jubileo lebaniego; de ahí peregriné a Fuente Dé, por 17 euros subí al teleférico, abrigado hasta el alma levité al pie de Peña Olvidada, ante la Remoña, la Padiorna, Tesorero, Horcados Rojos..., casi sin nieve. Bajé a Espinama y, en el Nevandi, Alex Uribe me sirvió un espirituoso; en Unquera comulgué corbatas de Casa Canal, y al final de la jornada de perdonanzas no perdoné los langostinos en tempura de Traslaburra, que en Oviedo reservé a Miguelo; pagué religiosamente y me fui a dormir con los angelinos.

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