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Lino Camprubí Bueno: "El franquismo no habría existido sin la ciencia y la tecnología"

"La investigación se percibía como algo necesario para la vida económica", señala el autor del libro "Los ingenieros de Franco"

Lino Camprubí Bueno, ayer, en Oviedo. IRMA COLLÍN

"A mí me sonaba un poco raro que un Estado moderno hubiese sobrevivido cuatro décadas sin investigación científica". En sus años universitarios, Lino Camprubí Bueno escuchó a varios de sus profesores decir que "no había historia de la ciencia en el franquismo". No le convencieron y comenzó a estudiar el tema. "Sin negar, ni mucho menos, la importancia histórica de la represión en las universidades y el exilio de científicos, me planteé qué tipo de ciencia y tecnología se hizo para ayudar al régimen". Comenzó a tirar del hilo y sus investigaciones, que ha recogido en el libro "Los ingenieros de Franco" (Editorial Crítica), le llevaron a concluir que el franquismo "no hubiese existido sin la ciencia y la tecnología". En ambos campos, dijo, se invertía con una intención práctica: "La investigación se percibía como una necesidad para la vida económica".

Lino Camprubí Bueno llegó ayer a Oviedo desde Berlín, donde trabaja como investigador doctor en el instituto Max Planck de Historia de la Ciencia. Se desplazó a la ciudad para presentar su obra en la Fundación Gustavo Bueno, que lleva el nombre de su abuelo, cuyos pasos siguió al estudiar Filosofía antes de doctorarse en Historia, una carrera académica e investigadora que le ha llevado por las universidades de Sevilla, Cornell y California, Barcelona y Chicago.

El escritor explicó que durante los años del franquismo se siguió el argumento de que para alcanzar la independencia política, el país debía llegar primero la económica. De ahí que las principales líneas de investigación se centrasen en lograr los recursos que España no tiene. Por ejemplo, el petróleo. Como formas alternativas de generar energía se realizaron estudios relacionados con el carbón, como la búsqueda de formas más eficientes de quemado, que tuvieron un impacto directo en Asturias. Y en 1949 se propuso la instalación de una fábrica de cemento experimental en Oviedo, aunque los fondos para ponerla en marcha no llegaron hasta 10 años después. "Esto demuestra que había grupos enfrentados dentro del franquismo, cada uno quería promocionar sus propias líneas de trabajo", señaló Lino Camprubí Bueno. Así, durante la década de espera que vivió la ciudad hubo ingenieros que trataron de invertir los fondos de la cementera en comprar petróleo o en pantanos. Estos últimos han pasado a la historia como una de las obras predilectas del dictador, que construyó unos 300 embalses entre 1940 y 1967. Esta actividad constructiva le valió el apodo de "Paco el Rana", aunque el investigador se desmarca de la teoría de "la obsesión personal". Según su criterio, este tipo de proyectos se deben, más bien, a los programas políticos y económicos de algunos de los ingenieros más laboriosos del régimen.

"No había grandes presupuestos y el dinero se destinaba a ciencias aplicadas", destacó Lino Camprubí Bueno para resaltar que algunos de los estudios influyeron, además, en el avance de campos de la ciencia básica como la oceanografía. El empeño de vigilar los mares para detectar submarinos soviéticos, llevó a estudios que permitieron conocer en qué punto del estrecho de Gibraltar las corrientes atlánticas y mediterráneas se cruzaban. Y de la intención de crear un tipo de arroz que se adaptase lo mejor posible al suelo español se desarrollaron semillas híbridas.

El autor tuvo también ayer espacio para reconocer que de su abuelo, Gustavo Bueno, ha heredado "las ganas y la curiosidad" por la divulgación. Y evitó comparase con "una mente que lo sobrepasaba todo, sabía muchísimo y tenía una gran capacidad de análisis". "Lamentablemente no es lo mismo...", señaló el escritor, entre risas, instantes antes de comenzar la presentación de su libro.

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