Dos de los notarios más clásicos de Oviedo se despiden tras más de media vida ligada a los despachos. José Antonio Caicoya, cuyo retiro se hizo oficial ayer a través del Boletín Oficial del Estado, y José María Moutas, que espera seguir los mismos pasos en los próximos días, también este mes. Dos profesionales de la misma generación que aseguran decir adiós a décadas de dedicación con "agradecimiento" en el caso del primero e "ilusión", en palabras del segundo.

Aunque a Caicoya no le correspondía el retiro obligado a los 70 años hasta el 23 de noviembre, asegura haber adelantado la decisión unos meses para que su plaza tenga continuidad. "Si hubiese agotado mi jubilación la notaría se amortizaría y tendría que cerrar", apunta el notario de un despacho ubicado en la calle Gil de Jaz, que cuenta con seis empleados a tiempo completo y uno a tiempo parcial, que pasarán a depender de un titular interino hasta que alguien solicite la plaza.

Sí se amortizará la plaza de José María Moutas, que esperó a alcanzar la edad máxima permitida para pasar a una vida más tranquila. "Ahora me tiraré a la bartola", relata con un humor un hombre que con la amortización de su plaza favorece la continuidad de la de su colega Caicoya. "Se tenían que amortizar dos plazas y la mía se suma a otra que quedó vacante, por lo que la otra seguirá en funcionamiento", explica a la espera de que su cese sea firme a finales de mes.

Atrás quedan muchos recuerdos y anécdotas. Jose Antonio Caicoya cuenta, por ejemplo, cómo Graciano García le dio la oportunidad de ser "el notario autorizante de la Fundación", un paso que luego le llevó a convertirse en patrono de la institución, poco después de establecer otro hito en la notaría local. "Cuando obtuve la plaza en Oviedo me convertí en el más joven de la ciudad, sustituyendo precisamente a mi padre, pues en más de treinta años no habían salido oposiciones para ocupar plazas", relata sobre su proceso. Tras obtener el título en 1975 se fue a ocupar una plaza de tercera categoría en La Cenia (Tarragona) y otra de segunda en Fonsagrada (Lugo), antes de aterrizar en la ciudad en la que su progenitor ya llevaba más de tres décadas ejerciendo.

Ahora, Caicoya afronta una nueva etapa con la satisfacción del deber cumplido. "Fue un privilegio servir a esta ciudad maravillosa durante tantos años", sostiene con la confianza de que la profesión se sobreponga de los daños provocados por "los pocos que no cumplieron con la ética profesional" y de que la fecha en la que se oficializó su jubilación le traiga suerte. "Hace justo 50 años me ennovié con la que es mi mujer y la verdad que no me salió nada mal", apunta sobre lo que considera una curiosa coincidencia.

Moutas, por su parte, sostiene que dejará su despacho de la calle Asturias con un balance positivo. "Me voy sin ningún hastío ni desilusión y tan contento como el día que llegué", afirma, para luego lamentar el peso perdido por el oficio de notario desde sus inicios. "Cuando empecé teníamos más poder, prestigio y éramos mejor mirados por los estamentos políticos". Y enumera lo que a su juicio fueron los motivos por los que los notarios fueron poco a poco relegados. "Sobrábamos a los políticos para hacer todas las chapuzas que hacen", indica el que también fuera además tesorero de la asociación Amigos de la Ópera.

Los dos notarios coinciden también en hacer un diagnóstico general de la economía española bastante más pesimista de la que plantean los organismos oficiales. "La economía se paró y sigue parada por mucho que diga De Guindos", dice Moutas, mientras que Caicoya cree que "si es verdad que hay recuperación, Asturias está a la cola".