José Franco Baizán, canónigo de la Catedral de Oviedo, se ha ido rodeado de amigos, tal como vivió. A su funeral, ayer al mediodía, acudió una multitud y su sobrino, José María Varas Baizán, quiso dar las gracias a los muchos que, durante este último año, lo acompañaron en la enfermedad. El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, presidió la ceremonia, con más de sesenta sacerdotes revestidos, y despidió a José Franco como a "un cura sabio, que sabía cómo acompañar, quitando hierro a las cosas duras y poniendo humor y alegría". Era también, añadió, "un cura bueno" que alternaba con gente de toda condición social, ya fuera en la Universidad, de la que era profesor de Derecho Romano; en el Centro Asturiano, donde ejercía de capellán, o en el albergue de transeúntes Cano Mata Vigil, al que también estaba vinculado. "Nos hacen falta más curas que se parezcan a don José", reconoció el Arzobispo al término de la eucaristía.

Entre los muchos asistentes al funeral estaban el delegado del Gobierno en Asturias, Gabino de Lorenzo, y su esposa, Rita Mari Álvarez, y el presidente del Tribunal Superior de Justicia, Ignacio Vidau. Ellos ocuparon la primera fila de una de las bancadas; en la otra, se sentó la familia, entre ellos el sobrino de José Franco, José María Varas, que en su día presidió la junta de hermandades de Semana Santa. El presidente del Centro Asturiano de Oviedo, Alfredo Canteli, y tres ex alcaldes de la ciudad acudieron al funeral: el ya citado De Lorenzo, el socialista Antonio Masip y Agustín Iglesias Caunedo, ahora portavoz municipal del PP. Todos esos entre mucha otra gente, que también llegó de Moreda de Aller, la localidad natal del sacerdote fallecido.

El Arzobispo tuvo palabras de reconocimiento personal para José Franco. "He gozado de don José como se goza de un hermano mayor o de un amigo leal", dijo, y reveló que, en momentos difíciles, el canónigo le había sostenido con su consejo. Fue un hombre, según Sanz, que sobresalió por "su calidez humana y su talante cristiano". "Siempre fue un regalo conversar con don José", admitió. Unas veces era de cuestiones religiosas, otras de la deriva política y social de la ciudad y de fútbol, por el que José Franco sentía, según Sanz, "una afición moderada".

José Franco falleció, según contó ayer el Arzobispo, "con mucha paz en su alma y el esbozo de una sonrisa". Durante estos meses, desde que en agosto del año pasado, estuvo al cuidado de sus compañeros en la Casa Sacerdotal de Oviedo y de las religiosas dominicas.

José María Varas Baizán tomó la palabra al final del funeral, en nombre de la familia, y expresó su "más sincera gratitud" tanto al Arzobispo como al Cabildo. También mencionó a los padres agustinos de Valencia de Don Juan, que lo hospedaron durante su convalecencia, y a los profesionales del Hospital de León y del HUCA (Hospital Universitario Central de Asturias).

El martes que viene, a las ocho de la tarde, el Centro Asturiano de Oviedo celebrará una misa en su capilla en memoria de quien fue su capellán desde 1974.