La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La plaza del Fontán, 225 años de historias

Sus casas primigenias, derruidas por la piqueta municipal, fueron sustituidas - hace veinte años por otras nuevas

La plaza del Fontán en la actualidad.

Las originarias viviendas de la plaza del Fontán, con sus bajos comerciales que hacia el interior miraban a un gran patio rectangular que recientemente cumplieron la venerable edad de 225 años, no son ni la sombra de lo que fueron. De hecho son otras, nuevas y más confortables que las originales que amenazan con derrumbarse si les retiraban sus apuntalamientos.

Pero lo cierto es que no son ni la sombra de lo que eran. ¿Se podrían haber rehabilitado para que la emblemática plaza no perdiera toda su esencia? La remodelación de las singulares viviendas cumplen también veinte años desde que empezara su construcción?

Lo cierto es que esas edificaciones que el Ayuntamiento de Oviedo ordenó construir el 11 de junio de 1792 "para beneficio del comercio", finalmente fueron pasadas por la implacable piqueta municipal. Las obras arrancaron en 1997 y se inauguraron el 7 de mayo de 1999, sustituyendo el original por una especie de réplica que levantó una gran "escandalera" en la época del derribo pero que al final solo sirvió para animar el debate. Detractores o defensores. Todos a ultranza. No había termino medio.

Quedar, lo que se dice quedar, de la época de su construcción, ahora sólo permanece la plaza que durante más de dos siglos dio cobijo a verduleras y fruteras del municipio y a un buen número de madreñeros, que se juntaban todos ellos en el recinto para ofrecer sus mejores productos a los vecinos que iban puntualmente a mercar al Fontán.

De la plaza disfrutan los parroquianos de los establecimientos hosteleros que tienen terraza en la emblemática plaza, los paseantes y las siempre agradecidas bandas de gaitas y grupos folclórico que los fines de semana animan el Oviedo antiguo.

Las nuevas viviendas se entregaron en 1999, pero pocos meses después comenzaron a aparecer los problemas. Al poco tiempo de que los vecinos tomaran posesión de sus casas se cayó un trozo de uno de los emblemáticos capiteles de las columnas del edificio de la calle Fierro, al los que posteriormente siguieron unos cuantos más.

Este hecho fue terrible para los vecinos, que venían como algunos de los pilares de sus casas se venían abajo; pero también para los conservacionistas, ya que estos pilares era lo único original que quedaban de las viviendas por las que tanto lucharon para que no se derribaran. Pero lo peor estaba por llegar y llegó en el año 2003, cuando los fustes de algunas de las columnas se fisuraron.

Los problemas con las columnas se sucedieron hasta 2004. En este años los propietarios, tan cansados como hartos y enfadados, optaron por acudir a los tribunales y demandar a la empresa constructora. Pero resulta que esta ya había desaparecido. ¿Qué hacer? Sólo les quedaba denunciar a los técnicos, como así hicieron.

Lo importante es que al final las dos partes llegaron a un acuerdo y los vecinos recibieron 80.000 euros aproximadamente, con los que pudieron realizar los últimos arreglos de una reforma que eso sí, se prolongó en el tiempo mucho más de lo que esperaban los vecinos.

Una plaza que también estuvo siempre envuelta en polémicas entre vecinos y comerciantes por el uso de los soportales del Fontán, y que ha sido objeto de una sentencia que obliga a dejar libre el paso en la plaza porticada.

De las múltiples quejas vecinales se hizo eco la publicación "La Revista Ovetense", en su número del domingo 9 de septiembre de 1866. Esta publicación, que se definía en su cabecera como "Periódico científico, de intereses morales y materiales, de noticias y anuncios", denunciaba entonces en su gacetilla del día que en los soportales del Fontán continuaba sin cumplirse el artículo 23 de los bandos de buen gobierno, aprobados por el Ayuntamiento en el año 1840. En ese bando municipal se ordenaba que , "los soportales exteriores e interiores de la plaza del Fontán se conservarán constantemente desembarazados de todos los efectos que actualmente dificultan o embarazan su tránsito, limitándose los vecinos de las casas y tiendas a vender precisamente dentro de ellas".

La norma municipal del siglo XIX daba también una solución y una advertencia para los ciudadanos que continuaran invadiendo suelo público. "Las demás personas que por abuso y tolerancia trafiquen en dichos soportales, ocupando el tránsito, se colocarán en línea por la parte exterior sin causar por eso estorbo a las gentes que transiten por la calle".

Así estaban las cosas entonces, y pese a ello la polémica por las terrazas en esas mismas zonas aún colean. Lo que sí permanece quieto, inmortal, es el recuerdo que dejó el paso de Lorca con su Barraca por allí o la maravillosa descripción que dejó escrita Pérez de Ayala en "Tigre Juan". Aquella que dice:

"Un ruedo de casas corcovadas, caducas, seniles. Vencidas ya de la edad, buscan una apoyatura sobre las columnas de los porches. La plaza es como una tertulia de viejas tullidas, que se apuntalan en sus muletas y hacen el corrillo de la maledicencia. En este corrillo de viejas chismosas se vierten todas las murmuraciones y cuentos de la ciudad. La plaza del mercado es el archivo histórico de Pilares".

Compartir el artículo

stats