Para Carmen Vallejo, colgar el cartel de "se liquida" fue "como colgar una esquela". La célebre mueblería que hace esquina entre las calles Asturias y Gil de Jaz echa el cierre después de treinta años de historia.

Al frente, Carmen Vallejo, nacida en Mieres dentro de una familia dedicada al mundo del mueble. La matriz Muebles Vallejo data de hace más de sesenta años, en la cuenca minera, exactamente en la calle Valeriano Miranda, de Mieres. Un edificio de cuatro plantas regentado por sus padres, Jose Antonio Vallejo y Avelina Pérez García ("Beli"). La tienda se convirtió en la más antigua de Mieres y acabó siendo dirigida por su hermano Javier Vallejo, que tras su jubilación echó el cierre hace tres años.

Ella es la última del negocio familiar, con una tienda abierta en los años ochenta en el número 17 de Gil de Jaz con el nombre Hermanos Vallejo. La competencia de aquel entonces en la ciudad se caracterizaba por la venta de muebles más clásicos. Enfrente estaba Kill, en una esquina, Viena, y también Buró, en la Calle Marqués de Teverga. "Quizá Buró", cuenta ahora Carmen Vallejo, "tenía muebles más de diseño, más parecidos a los míos". Los de Vallejo eran una novedad en una época en la que reinaba un diseño más clásico. Poco a poco, todas fueron echando el cierre, mientras su mueblería se mantenía abierta de lunes a sábado, por la mañana y por la tarde.

Los últimos años fueron flojos debido a la crisis, pero Carmen Vallejo admite que fueron también años muy felices al frente de su negocio. "Yo lo pasé muy bien", repite. Su clientela, explica, era muy fija, joven, recién casados y también sus familias y amigos. "Iban a conocer el piso recién amueblado, observaban que el mobiliario era muy servicial sin estar recargado y venían aquí".

"Eran otros tiempos", confiesa. El perfil medio de sus clientes era el de una pareja en la que los dos miembros de la unidad familiar trabajaban, con mejores sueldos. Ahora, en un contexto diferente al que se une su jubilación, Carmen Vallejo no ha encontrado quién continúe la tradición familiar. "El único interesado es mi nieto, pero tiene nueve años". Sus hijas tienen ya su trabajo y su vida. A ella le quedan sus fieles compradores: "Muchos acabaron siendo amigos, los conocí aquí siendo clientes y se pasaban la tarde eligiendo muebles. Estaban aquí de cuatro a ocho, luego volvían a verme".

A pesar del disgusto que le produjo colgar el cartel de la liquidación, Carmen Vallejo logró planteárselo desde otra perspectiva y ahora, a punto de marcharse de vacaciones, piensa ya en su nueva etapa: "Me toca vivir la vida. Me siento muy bien, muy feliz y muy contenta".