La temperatura media estival en Oviedo ronda los veintidós grados. Rara vez alcanzan las máximas de treinta y cinco. Sin embargo, como bien saben sus vecinos, hay días en los que el bochorno se hace duro de soportar y sobre todo teniendo en cuenta que la playa más cercana queda a unos treinta kilómetros de distancia. ¿El recurso habitual para combatir esta situación? Por supuesto, las piscinas. Jóvenes y mayores corren a darse un chapuzón, copan el césped de los recintos municipales, se instalan en sus toallas y se tumban como lagartijas a absorber los rayos del sol. No obstante, este tipo de actividades lúdicas de verano entrañan ciertos peligros que vale mucho la pena prevenir.

Las instalaciones deportivas del Cristo pertenecen al Principado y llevan funcionando desde hace casi cincuenta años. Allí aprendió a nadar Miguel Ángel Fernández, el socorrista que hoy vigila que no se produzca ningún accidente y que la situación no se descontrole entre los bañistas. "El único problema con el que de verdad tengo que lidiar es la seguridad, no tanto respecto al tema acuático sino más bien en cuestiones de vigilancia para que se respeten las normas", explica el profesional de salvamento. "Especialmente los jóvenes suelen perder los papeles y no saben comportarse, por eso de vez en cuando hay que darles un toque de atención. Aquí en el prado ha habido hasta robos de móviles e, incluso, se han producido peleas". subraya.

"La dificultad reside muchas veces en ser capaz de controlar la situación sin dejar de lado la educación y el buen trato, pero es que algunos de estos chavales que vienen a jugar se tiran al agua de cualquier manera, molestan al resto de los bañistas y resultan conflictivos. En ocasiones, hasta se te enfrentan" añade.

En la jerga de los socorristas a la parte que delimita el borde de la piscina se la conoce como "playa", mientras que la piscina en sí -donde se baña la gente- es el "vaso". Está prohibido acceder a cualquiera de estas zonas con calzado de calle. Por otra parte, la mayoría de los accidentes que tienen lugar en las áreas destinadas a actividades acuáticas en polideportivos se producen por correr alrededor del "vaso".

"Las placas del suelo envejecen y es posible que quede alguna astilla suelta, por eso se aconseja andar con cuidado. Además resulta fácil resbalar", advierte Fernández. "De todas formas, el personal de mantenimiento revisa las instalaciones cada poco" afirma. De hecho, las caídas y los cortes resultan bastante habituales. Otro de los grandes peligros tiene que ver con la gente que se dedica a saltar al agua a lo "kamikaze". Calcular mal la profundidad del agua a la hora de tirarse de cabeza supone a menudo una lesión irreversible. Lo mismo sucede cuando alguien "falla" y se golpea contra el bordillo de la piscina. En ese sentido, el personal de socorrismo pide la máxima precaución.

Asturias es una de las comunidades en la que menos casos de ahogamientos se dan a lo largo del año. Miguel Fernández considera que, tanto en las playas como en las piscinas públicas, el servicio es muy profesional. "Los coordinadores y los socorristas llevan a cabo su labor de forma impecable y no van a tomar el sol, que es lo que piensa mucha gente", asegura. Atender a las indicaciones del personal de salvamento también ayuda a evitar situaciones de riesgo. Para eso está el 112 y la Policía Local en las playas. O los propios socorristas.

Asimismo, siempre tiene que haber un adulto supervisando el "vaso", ya que un niño pequeño puede ahogarse en cuestión de segundos. Lo mismo sucede con los problemas de hidrocución, o cambios de temperatura, que provocan el corte de digestión. Esta clase de contratiempos se evitan esperando dos horas para que el organismo disponga del tiempo suficiente para hacer la digestión. "Resulta fundamental mojarse la nuca, la espalda y las extremidades antes del baño", recomienda el socorrista del Cristo.