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Cómo ayudar a una persona con una crisis de ansiedad

Es importante transmitir calma y compañía; el cuerpo no se mata a sí mismo por muy fuerte que sea el ataque de pánico

Esquema de una crisis de pánico.

La crisis de ansiedad es una reacción del organismo con la que éste se prepara para actuar ante una amenaza. Es instintiva y automática, y su misión es preparar el cuerpo para la lucha o la huida cuando acecha un peligro.

Para cualquiera de las dos actitudes, el organismo necesita energía y activación: para correr o para pelear. Y esta energía la proporciona el sistema nervioso al ponerse en marcha.

Se trata de una respuesta fisiológica natural. Y esto es importante, por el componente de interpretación catastrofista que con frecuencia acompaña a la sensación de ansiedad; complicando, por tanto, la respuesta ante ella. Cualquier situación puede disparar los sistemas de alarma que cada uno tiene programados en su cerebro. Y esto va a depender de cada persona en particular; por su experiencia personal, su cultura, su carácter pusilánime o valeroso, etc. Pero es igual, la respuesta fisiológica del sistema nervioso es de alarma y, automáticamente, el organismo se va a poner en marcha para la defensa o la huida.

El problema en las crisis de ansiedad es la fijación que muchas veces se dirige hacia los síntomas del organismo y no tanto en la causa que los origina. Con el agravante de interpretar dichos síntomas como catastróficos o patológicos y la sensación de que van a destruirnos en vez de ayudarnos.

Por ejemplo, es normal que ante una crisis de ansiedad se sienta aceleración cardiaca. Y ese síntoma puede hacer pensar en que va a sobrevenir un infarto; lo que aumenta sobremanera el nivel de pánico, activando más aún la ansiedad y con ello el ritmo cardiaco. Se cierra así un bucle de retroalimentación que deja a la persona atrapada en el sufrimiento. Cuando en realidad, nada de eso que se imagina va a ocurrir. Ya no importa la causa, sino lo que se siente como objeto de peligro y atención.

El cuerpo no se mata a sí mismo en un cuadro de ansiedad por muy intenso que sea. Un corazón más o menos sano va a latir con la velocidad y la fuerza que su capacidad le permita, pero nunca más de lo que podría dañarle; tiene un límite y no lo rebasaría jamás.

Por eso, a una persona que esté pasando por una crisis de ansiedad aguda, con toda su parafernalia de síntomas, lo primero que hay que transmitirle es que no se asuste ante todo lo que está sintiendo en su cuerpo, que éste lo va a soportar sin consecuencias médicas ni trágicas. No vale decir "tranquilo, no pasa nada", porque sí está pasando algo, está pasando una crisis de ansiedad. Hay que transmitirle calma por "contagio", desde la calma; a veces, sin palabras, como un "no te preocupes, que estoy aquí contigo y esto se va a pasar".

Los razonamientos sobre por qué está así la persona ansiosa no sirven de mucho en esos momentos críticos; probablemente no nos escuche y esté más pendiente de sus síntomas y de la sensación de ahogo que le oprime.

Y precisamente, en ese síntoma de ahogo, también podemos actuar; llevándole a un ritmo respiratorio más adecuado. La persona ansiosa tiende a respirar muy deprisa y jadeando, lo que genera hiperventilación que aumenta la ansiedad. Le debemos conducir hacia una respiración más lenta y profunda; invitándole a que nos imite, haciendo nosotros lo propio.

Una vez que pasa la crisis, ya podemos hablar sobre ello con la persona que la sufrió; sobre todo, para que le pierda miedo si se repite en otra ocasión. La persona debe llegar a entender que la ansiedad puede ser exagerada, molesta o inoportuna, pero no peligrosa.

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