La ley del mar ya empezó a reinar en el camino que los 19 chicos del Santa María del Naranco (Alter Vía) hicieron en autobús desde Oviedo para embarcarse en Lisboa en el buque escuela portugués "Creoula". Los estudiantes, de entre 14 y 23 años de ESO, Bachiller y el programa de diversidad funcional "Avis", ya habían comenzado a tomar pastillas contra el mareo y se volvían a sus compañeros y profesores con experiencia naval, aquellos que formaron parte del equipo que recorrió a bordo del buque el año pasado la ruta que discurrió entre Porto y Brest. Les pedían consejos entre cabezada y cabezada a lo largo del viaje por carretera que se realizó en la oscuridad de la noche que unió el pasado jueves 27 de julio con el viernes 28. Intrigados, llenos de nervios y emoción, los estudiantes debatían cuestiones sobre los turnos de trabajo de cuatro horas que se suceden día y noche, tareas como izar las velas y limpiar los baños, o las instalaciones del navío, que sirve de herramienta para los cursos que mezclan conocimiento y aventura y que realiza la Universidad Itinerante del Mar (UIM), creada en 2006 por las universidades de Oviedo y Porto y la Escola Naval de Lisboa.

Y todas las respuestas comenzaron a tomar forma cuando los alumnos cruzaron la pasarela que les separó de tierra firme, dejaron el equipaje en sus camarotes, tomaron su primera comida a bordo y el "Creoula" se echó al mar. Lo hizo con la tripulación de 42 profesionales, los alumnos españoles y otros 15 estudiantes portugueses recogidos en Porto, formando en cubierta y con los ojos fijos en Lisboa, que iba quedando atrás. Un gesto que repetirían después, cuando entraron y salieron alineados de Cádiz y cuando terminaron la ruta, el pasado miércoles en Cartagena. Una puesta en escena que sirvió de punto de partida para una experiencia "increíble" de siete días sobre las aguas del océano Atlántico y el mar Mediterráneo, a las que se asoma una buena parte de la península Ibérica. Con la capital de Portugal, se fue también uno de los principales temores de los viajeros. "Incluso cuando viajo en coche me mareo con facilidad", contaba durante el trayecto Inés Martínez, de 14 años, la benjamina del grupo. "Me parece increíble poder disfrutar de esta experiencia y sin vomitar", añadía después la alumna de Santa María del Naranco, que empieza 3º de ESO en septiembre y que llevaba a bordo, como el resto de chicos, el nombre de "instruendo". La medicación cumplió su cometido y facilitó el disfrute de experiencias para el recuerdo como el avistamiento de un grupo de delfines que saltaba entre las olas junto al navío: "Fue súper bonito". Y el desarrollo de los turnos de vigilancia, cocina, o servicio tras el timón, llevaron a los estudiantes a tachar otro de los nombres que había apuntado en su lista de miedos: cansancio.

"Hay muchos que no se atreven a venir porque te avisan de que hay que trabajar a bordo, pero no es para tanto", apuntó Inés Martínez. Por primera vez, los profesores y colaboradores de la UIM no se encargaron de liderar los distintos grupos en los que se divide a los "instruendos" para realizar los turnos de trabajo -conocidos como "cuartos"-.

Han sido reemplazados por los cadetes, oficiales en formación que realizan a bordo la parte más práctica de sus cinco años de carrera en la Escola Naval de Lisboa. "Este año es un poco más duro", apuntó Pablo Álvarez, de 19 años, que ha dejado Santa María del Naranco y está a punto de comenzar el grado de Ingeniería Mecánica en la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón. Ya navegó el año pasado entre Porto y Brest, cuando las olas se colaban entonces en el barco al pasar junto a Finisterre, con un mar mucho más bravo que el que les meció entre Lisboa y Cartagena. Reconoce que "los cuartos de madrugada hacen que pases el día cansado" pero está encantado con una experiencia de la que señala, como tarea más difícil de llevar a cabo, "la limpieza de los baños".

Pablo Álvarez, como sus compañeros, quedaba expuesto al sol que calienta la cubierta tras recoger con esfuerzo tres de las once velas del navío, al que la meteorología ofreció poco viento que cazar. Sin el bloqueo de las velas, los rayos de luz caen sobre los jóvenes, que buscan refugio en las pocas sombras que ofrecen los mástiles y los botes salvavidas instalados en cubierta. Los marineros despachan cervezas para combatir el calor y los chicos se reúnen en grupos para compartir estos ratos con los estudiantes portugueses, llegados de colegios de Lisboa y escuelas y un centro de acogida de Porto. "¿'Chico' sabes lo que es?", pregunta Luisa García a una de las alumnas del país vecino, hablando con lentitud para esquivar las barreras que impone la diferencia de idioma. "Pues guaje es lo mismo, pero en Asturias, de donde venimos nosotros", añade tras la respuesta afirmativa de su interlocutora. Y los viajeros de Santa María del Naranco no solo hacen buenas migas con otros "instruendos".

"Aprenden mucho y la relación con la tripulación es muy importante. Les sirve para entrar en contacto con una vida muy humilde y darse cuenta de que podemos vivir sin muchas cosas que, aunque las tengamos, no las necesitamos", señaló la profesora Patricia Villalba. Entre los miembros del equipo del "Creoula" que contribuyeron de forma más decidida a que la relación con los alumnos fuese fluida destacó Joáo Paulo Fernandes. Habla español y pasa largos ratos en cubierta conversando con los "instruendos" o mostrándoles cómo utilizan las coordenadas para ir situando el recorrido del barco sobre el mapa. Porque a bordo, todos los tripulantes tienen que llevar a cabo sus tareas principales y echar una mano al resto. Una solidaridad que también transmite a los jóvenes el marino, que llegó a la armada portuguesa en 2004 y desde el año pasado se ha encargado de ampliar el programa educativo a bordo ofreciendo cursos de primeros auxilios 650 alumnos.

"Espero llegar a 750 antes de que acabe el año", comentó Joáo Paulo Fernándes, con una sonrisa que forma parte de su uniforme cuando el navío se acercaba a aguas españolas. Trata a menudo mareos y recordó con cariño como él mismo sufrió el mal más repetido en el mar y tuvo que sobreponerse para tratar a una niña que sufría los mismos síntomas. Pese a las dificultades, logró mantener el tipo y administrar medicamento intravenoso a la alumna.

La directora designada por la Universidade de Porto, que se coordina con sus homólogos de las Universidad de Oviedo y la Escuela Naval, es de las que también aprovecharon la aventura para impartir algunas lecciones, que lo jóvenes recibieron de varios miembros de la tripulación sobre las características del "Creoula" o las normas de seguridad a segur a bordo. Elisabete María de Almeida Mota saca un rato durante los trabajos nocturnos para reunir a un grupo de "instruendos". y les muestra cómo orientarse mirando al firmamento. Mientras los jóvenes siguen los movimientos de sus manos, que apuntan al cielo, les enseña a identificar varias constelaciones y la estrella polar, que "siempre marca al norte". De este modo, el esfuerzo y el aprendizaje se coordinan sobre un navío construido en 1937 y que sirvió para pescar bacalao hasta 1973, cuando pasó al gobierno portugués. Desde 1985, además, ha acogido labores de formación y aventura. Como las que desarrolla la UIM desde 2006 y que disfrutan jóvenes como Alejandro Andrés Tornín, que se encuentra en el tercer y último curso del programa "Avis" de Santa María del Naranco, destinado a jóvenes con diversidad funcional. "Lo que más me gusta es subir las velas", señaló tras tirar con esfuerzo de los cabos para cumplir con los sonidos de silbato y las direcciones de la tripulación que manda el capitán de fragata Samuel Carvalho Oliveira. "También me gusta limpiar la cubierta", indicó el joven de 23 años, contento con la comida que preparan por turnos los tres cocineros del barco con la ayuda de los "instruendos" y que se esmera por entenderse con quienes le hablan en portugués.

"Aquí viven una experiencia inclusiva única", dice el profesor Adolfo Valiente sobre los cuatro alumnos de "Avis" a los que acompaña. "Se conocen a sí mismos y aprenden a ampliar sus límites", detalla el docente mientras descansa y realiza labores de vigía frente a la costa. Porque los profesores, como los alumnos, viven también la experiencia completa y se levantan como ellos para cumplir con los turnos de trabajo. Una aventura entre Lisboa y Cartagena, con parada y visita cultural en Cádiz. Una expedición con la que los "instruendos" aprenden a responsabilizarse de sus tareas, de su medio de transporte y a respetar el mar. Un viaje que aportó una experiencia multicultural y un acercamiento a una vida austera llena de placeres alejados de los lujos materiales para los chicos de Santa María del Naranco.

Cuando abandonaron el barco el pasado martes se subió el grupo de universitarios que hasta el 13 de agosto navegará hasta Lisboa. La aventura a bordo del "Creoula" continúa. Y el aprendizaje, también.