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Los cultivos del Paraíso

A la sombra del serbal

La planta produce frutos sabrosos y también es la base para elaborar licor casero con orujo y azúcar

PELAYO FERNÁNDEZ

Había sido un día de avistamiento de aves. En el jardín del hotel descansaban tres de los miembros del grupo: una pareja de cuarenta y tantos años, ella más joven y muy atractiva, elegante a pesar del sport, botas de montaña, pantalón negro ceñido, camiseta de manga corta azul y gafas que recordaban a Ava Gardner; él sin duda le hacía juego. Eran de Oviedo y tenían una casa en Puerto de Vega. A su lado un tipo que había pasado de los sesenta, calvo, de barba cana arreglada en casa a juzgar por los tijeretazos, y que decía saber algo de ganado les hablaba de sus amores por Argentina, apoyado en un serbal en plena fructificación.

El Sorbus aucuparia es un árbol de tamaño medio y copa redondeada muy usado en jardinería por lo llamativo de sus flores blancas y lo impactante de sus pequeñas bayas rojas enracimadas, que alcanzan su esplendor entre finales de verano y otoño. Es muy recomendable para los jardines cantábricos dada su plena adaptabilidad y escasez de problemas. Solo requiere humedad en el suelo. Aparte de por su belleza, sus frutos, muy ricos en vitamina C, sirven de alimento para multitud de aves y de ellos se obtienen buenas mermeladas. Los rusos los utilizan para hacer vodka, pero aquí, con 250 gramos de frutos maduros y un litro de orujo, y azúcar, se obtiene un licor casero de primera. Por si eso fuese poco la infusión de sus flores es un excelente calmante. Aquel tema me interesaba; adoro Argentina. Haciendo que buscaba con mis prismáticos algún ave escuché con atención.

"Fue aterrizar en Ezeiza y descubrir la dulzura de las porteñas. El salto cualitativo si se comparaban con las asturianas era insalvable. Con estilo, guapísimas, cálidas, su música en el habla, todo", decía el tertuliano.

"Ante aquellas princesas los hombres españoles no teníamos anticuerpos ni defensa alguna. Nos habíamos desarrollado en un medio donde las mujeres eran valiosas, pero en el trato recias, cuadradas, duras como traviesas de ferrocarril, y de pronto nos sumergíamos en una feminidad inteligente, embriagadora y narcotizante. Tardé poco en saber que si un día me casaba lo haría con una de aquellas diosas, y no con asturianas, capaces de cambiarle la rueda a un camión pero desconocedoras del poder de la seducción", añadió. "Una noche, en un italiano de la Calle Talcahuano, mientras un viejo tocaba al piano El día que me quieras, Cristina, mendocina a la que acaba de conocer, me dijo: 'Luis, ¿pero no me querés besar con esta música?' En aquel instante recordé cuando en la romería de Limanes, mientras en la Gramola Río sonaba Mi casita de papel de Topolino Radio Orquesta, bailando con una lugareña le pregunté si después me dejaría besarla. '¡¿Qué ye, ho? De qui pallá ni un rebalgu más!', respondió furibunda".

Y la historia siguió. "De Cristina tardé quince días en enamorarme hasta la médula. Nos escapamos hasta Misiones. Ante la grandeza de la Reducción jesuítica de San Ignacio Miní, le pregunté si quería casarse conmigo. Se colgó de mi cuello, y entre besos me dijo que si mientras un tucán nos miraba con curiosidad. Llamé a mi casa contando la noticia; nada más volver a Mendoza, ante mi, ella se lo comunicó a sus padres. Mi futuro suegro abrió una botella de whisky, y me habló de su alegría porque la piba se uniese a otro asturiano; ellos eran de El Entrego (¡Dios mío, donde las mujeres competían con los bull-dozer paleando carbón!)? 'Quería darte una sorpresa linda, mi amor', y cerró mi boca con sus labios. Yo estaba entregado y además me faltaba valor para parar todo. Nos casamos. Hace muchos años de aquello. Extraordinaria siempre como madre -tenemos dos hijos maravillosos, gracias a ella-, gerente de la casa, y compañera. Pero por dentro era de La Cuenca. Aun hoy a veces le pregunto si no se puede aplicar una capa, aunque sea finina, de aquel maravilloso barniz argentino con el que la conocí, y ella, poniendo los brazos en jarras me responde 'que no pase del domingo sin podar la sebe' y cosas así?".

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