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Un billete solidario para Dolores Bocara

La ayuda de personas anónimas permite a la niña guineana de 10 años llegar a Oviedo para recibir un tratamiento gratuito de la vista

Por la izquierda, Germán Muiña, Nieves Aloy, Dolores Bocara y Venancio Fernández. L. B.

Las lágrimas de la niña guineana de 10 años Dolores Bocara se convirtieron ayer en sonrisas y carcajadas. La pequeña llevaba tres meses esperando por un visado para acudir a una consulta en el Instituto Fernández-Vega y, después de que le rechazarán la solicitud en su país, al fin llegó ayer a la capital del Principado donde permanecerá hasta el día 24 de este mes para ser atendida, de forma gratuita, por el personal de la clínica ovetense. El logro , según su tutor legal en España, Venancio Fernández, fue posible, gracias a "la ayuda desinteresada y anónima de mucha gente importante".

La menor llegó por primera vez a Oviedo en el año 2015. Entonces fue operada de su grave estrabismo por personal del Instituto ovetense, mejorando considerablemente su calidad de vida. "Allí los niños con esta enfermedad son objeto de enormes burlas e incluso se les tiene por discapacitados", declara Germán Muiña, un marinero tapiego enamorado del país africano, que fue de los primeros en ayudar a la niña ante las trabas burocráticas que sufría. Ayer la acompañó a su llegada.

A pesar de que Bocara pudo viajar sin problemas en 2016 para una primera revisión, este año se encontró con que un funcionario se negó a darle el permiso con unos argumentos incomprensibles para su tutor. "Nos dijeron que la documentación de la Fundación Fernández-Vega no era de fiar, pero detrás de todo ello está la gran corrupción que hay en Guinea", apuntó Fernández, que tras emprender una campaña que incluyó la denuncia a través de LA NUEVA ESPAÑA logró los apoyos necesarios para desbloquear la situación. "La colaboración de determinadas personas permitió que el propio Ministerio de Asuntos Exteriores mediara para una solución", declara.

La noticia fue acogida con gran entusiasmo por una niña que posiblemente tendrá que volver a pasar por el quirófano. "Estoy muy contenta porque necesitaba este tratamiento", explicaba Dolores Bocara ayer, mientras comía un cachopo en un local de la calle Gascona, tres días después de aterrizar en Madrid con un billete cortesía de la compañía Iberia.

La jugada resultó finalmente ser redonda, pues la necesidad de que la niña viniera acompañada por un familiar permitió que su hermana pudiera acompañarla y, ya de paso ser tratada de una grave dolencia en el pie. "La espera mereció la pena porque la alegría fue doble", apuntó Nieves Aloy, de 28 años, que será atendida también sin coste en la Clínica Fontán, pero asegura que su principal alegría es ver a su hermana por fin feliz. "Lloró mucho porque pensaba que no podría volver y perdería la vista", explica con entusiasmo la familiar.

La llegada de Bocara a Asturias no hubiese sido posible sin el papel de Venancio Fernández. Este trabajador gallego de una empresa petrolera, que pasa un mes en España y otro en Guinea Ecuatorial, fue quien en 2015 asumió la tutela de Dolores e inició los trámites para que fuese ayudada por los médicos ovetenses. "Es increíble la solidaridad que nos encontramos en Oviedo y otros puntos de Asturias, a mi entender mucho mayor que en otros lugares", declara esta especie de misionero laico que dice actuar por pura conciencia. "Las autoridades de allí me reprochan que ayudo a demasiada gente", indica en referencia a un comentario que le espetó un trabajador de la embajada tras pedirle cuentas por la denegación del visado.

De todos modos, Fernández reconoce tener cierto sabor agridulce, pues, según señala, la retención de los visados es algo habitual de muchos trabajadores públicos corruptos para sacar tajada en el país africano. "Me consta a través de varias monjas que realizan labor humanitaria que ha habido hasta el caso de un niño que falleció por no darle el visto bueno para viajar y ser tratado", declara el ángel de la guarda gallego que permitió que Dolores recuperara la sonrisa y dejase de ser vista como un bicho raro por sus paisanos.

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