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Así es mi cole

Aventura rural para disfrutar las vacaciones

El Centro Asturiano de Educación Ambiental acoge en su campamento a 151 niños que aprenden sobre la naturaleza con juegos y en estrecho contacto con animales de granja

Laura Penedo hace una trenza a la alumna Lucía Domínguez. JULIÁN RUS

Lecciones y juegos para aprender sobre medio ambiente y naturaleza o para mejorar el revés en la pista de tenis. Todo ello con descansos para darse un baño en la piscina o alimentar y cuidar a las cabras. El campamento de verano que celebra el Centro Asturiano de Educación Ambiental (Ceam) en Marinas, Las Regueras, ofrece 151 plazas que cubren niños de Oviedo, Posada, Trubia, Gijón y otros lugares que se encuentran más allá de ñas fronteras de la región. Todos comen en el centro y pasan las vacaciones en un entorno rural, alejados de las aulas, el tráfico y los ruidos de su vida cotidiana. El establecimiento cuenta con camas para 96 de sus alumnos, que se quedan todo el día y un bus con 55 asientos para los que llegan por la mañana y vuelve por la tarde a sus casas.

"Vengo a ver a mi familia desde Canarias y me han dejado venir de campamento", celebra Jorge Menéndez, que disfruta mucho con las clases de tenis y el curso que viene se aplicará al máximo en sus estudios. "Si saco buenas notas me dejarán volver", cuenta en una mañana de paseos, chapuzones, deporte y visitas a los animales. Una parte de los niños del campamento aprovechan el día pasa salir de excursión y hacen visitas a la playa, para hacer surf, o al río Sella, para remar en canoa. El resto, se divierte en Las Regueras. Los chicos están divididos por edades en grupos y llevan un nombre para que los monitores sepan al mirar el programa si tienen que hacerse cargo de los más pequeños, si son los "Musgos" o los "Helechos", o de los más mayores, que se conocen como "Castaños", "Robles" y "Acebos".

Laura Penedo regresa de guiar a un grupo de críos por "una yincana en la que tienen que recorrer la zona e identificar formas y animales que pintamos con tizas", cuenta una de las responsables del campamento mientras sus alumnos se preparan para atacar un cesto de manzanas que les servirá para recuperar fuerzas. "Hemos hecho una búsqueda del tesoro, teníamos que encontrar cosas que había pintadas en las paredes", cuenta Samuel Fernández, de 7 años y que estudia durante el año en el Carmen Ruiz-Tilve, en La Corredoria. Llega de vuelta a la sede del Ceam en compañía de su amigo Pablo Jimena, que tiene su misma edad y que ha triunfado en el juego: "Tenía que adivinar un animal y acerté el murciélago", cuenta mientras mira a la piscina y sondea con sus compañeros la posibilidad de darse un baño.

El campamento que dirige desde hace años Miguel Estrada, además, cuenta con un equipo plagado de profesionales que adaptan sus conocimientos a las distintas tareas. "Todos somos maestros, monitores de ocio y tiempo libre, expertos en educación ambiental y tenemos dos nativas para las actividades que se desarrollan en inglés", explica el director al tiempo que añade que su oasis rural ofrece una alternativa al aire libre, con salidas al bosque y que durante el año se celebran también cumpleaños y visitas escolares a su granja escuela. En verano, no obstante, es cuando el grupo se hace más variado. "La mitad de los críos vienen de fuera de Asturias", dice Miguel Estrada, que cuenta que el programa que incluye la iniciación a la botánica y a la fauna en un entorno idílico, a las puertas del corredor ambiental Naranco-Nora. Además de la piscina, los animales son otra de las grandes atracciones. "Lo que más me gusta son las yincanas y visitar a "Cuernazos", que es la cabra que tiene los cuernos más largos", cuenta Izan Fraile, de 7 años, que acude durante el curso al colegio Loyola. "Aprendemos a cuidar de los animales y darles de comer", relata con alegría el pequeño mientras señala a la zona en la que viven también conejos y gallinas. Izan Fraile es de los que vuelve a casa por la tarde pero Eliana García, de 14 años, que estudia en el instituto Calderón de la Barca, de Gijón, se queda a pasar la noche. Es su tercer año en un campamento que cuenta con muchos alumnos repetidores y en el que se quedará diez días y explica que "siempre hacemos un juego nocturno antes de ir a la cama".

Además de las actividades y el tiempo de ocio, los niños reciben también algunas sesiones teóricas en las que los monitores se esmeran por engancharles. En una de las salas del centro, Olaya Morán explica a un grupo de niños cómo orientarse si salen de excursión al bosque o se pierden. "El sol sale en el este y se pone en el oeste", detalla mientras los críos ofrecen la tecnología como alternativa para encontrar su camino. "También podemos usar Google Maps", dice uno de los estudiantes, a lo que la monitora replica que los teléfonos pueden quedarse sin batería y que siempre es mejor contar con los conocimientos necesarios para apañarse y estar preparados. De este modo les enseña a identificar la estrella polar, que marca el norte, y les devuelve luego a la finca para que jueguen, cuiden de los animales o se den un chapuzón en la piscina y sigan disfrutando de un baño rural para divertirse y aprender de la naturaleza.

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