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Los nuevos pilares del mercado

Los comerciantes del Fontán mantienen su apuesta por los productos nacionales y abren espacio a los emprendedores asturianos de la moda

Beatriz Martínez coloca las prendas de su tienda.

Una nueva generación de comerciantes ha encontrado hueco en el Fontán, aunando pasado, presente y futuro en uno de los espacios más emblemáticos de la ciudad. Es el caso de Cristina Rozada, que buscaba una zona transitada y la encontró. "Pasa mucha gente y, por lo tanto, hay más opciones de que entren clientes", justifica esta emprendedora, que ofrece a quien cruza sus puertas bisutería, bolsos y fulares. "Ahora hay muchos turistas", añade para extenderse en las explicaciones que la llevan a estar "muy contenta" con la ubicación y la marcha del negocio. Una decisión que no solo funciona en el plano económico, ya que Cristina Rozada trabajaba lejos de su casa y puede ahora estar más cerca de los suyos. "Gané calidad de vida", afirma. Entre sus productos triunfan los artículos de regalo, como las pulseras.

Los productos que traían a la plaza los aldeanos para vender a las gentes de Oviedo eran un reflejo de la tierra y quienes la trabajaban, que aprovechaban para llevarse de vuelta al pueblo todo lo que necesitaban. Y Beatriz Martínez, que es nueva en el bloque y lleva un mes con la tienda abierta, mantiene viva la llama del producto local como motor de la economía del Fontán. "Traigo prendas de jóvenes emprendedores locales", dice mientras muestra la ropa que vende en su tienda. Su apuesta por los productores asturianos, además, funciona. "Cuando abres las cosas van despacio pero estoy contenta", afirma. En su local, en el que todos los elementos están colocados con un gusto trabajado durante diez años de trayectoria en el sector de la decoración, destacan una vieja cocina de carbón que sirve de expositor y las navajas de Taramundi, la tierra de su padre. Otro guiño a la tradición de la familia y de la plaza en la que los afiladores pusieron durante años a punto la cuchillería de toda la ciudad. "Cuando abrí me dijeron: 'Una de pueblo tiene que vender navajas'. Y ahí las tengo", cuenta la comerciante con una sonrisa que quienes llevan los negocios de la zona utilizan como uniforme.

"El barrio me encanta, los comercios hacen piña y es muy agradable trabajar. Siempre se acerca alguien para preguntar si necesitas algo o si te apetece tomar un café", dice Cristina Rozada, que alaba la camaradería heredada de los primeros negocios, aquellos que formaron a partir de 1792 el que fue durante décadas el centro comercial más importante de Oviedo.

Al fresco, bajo la sombra del puesto de flores que sirve de jardín a su tienda de calzado, Rolando Fernández vigila la entrada de los clientes que acuden a su negocio en busca de productos de calidad. Es uno de los representantes de la última hornada de emprendedores que se ha instalado bajo los soportales del Fontán en una de las "casillas" diseñadas hace 225 años, cuando se ordenó al arquitecto municipal Francisco Pruneda que levantase la plaza. Se trata de un grupo de jóvenes empresarios que innovan para hacer caja, pero sin perder de vista los principios fundamentales a los que se han acogido siempre quienes han estado en el corazón del Antiguo.

El trato al cliente, al que brinda un afecto familiar y la apuesta por los proveedores nacionales son la seña de identidad de Fernández, que llegó hace un año y medio a la plaza, buscando "un barrio emblemático y diferente" para montar su primer negocio.

Para mantenerse a la altura del entorno, llena las estanterías con productos "hechos en España, en óptimas condiciones laborales". Así, vende "zapatillas de las de toda la vida". De esas, explica, que se fabricaron en los años ochenta para los marineros de Ibiza y que éstos pusieron de moda al bajar a tierra. Para estrenarse en el mundo de la moda quiso también aportar un toque transgresor y se trajo de Portugal materiales como la gelatina de limón, que sustituye al plástico en la fabricación del calzado que expone en la "casilla" del Arco de los Zapatos.

Y del mismo modo que su producto encaja a la perfección con el nombre de la vía, lo hace Rolando Fernández con la nueva generación de comerciantes. Aporta la novedad de artículos de edición limitada diseñados por artistas internacionales, en un reflejo de cómo las nuevas tendencias se han adaptado a la historia de la zona. "Este es un barrio con mucho potencial", dice, para imaginar después una adaptación ovetense de Camden Town, uno de los mercadillos más originales de Londres.

"La tataranieta de una de las dueñas anteriores pasa por aquí de vez en cuando", comenta en su mercería María Teresa Álvarez, que mantiene botones y telas en un impecable orden que distribuye colores por sus estanterías. Un imán para los turistas que "siempre están sacando fotos". Comenzó a trabajar como empleada en el Fontán hace seis años y dirige el negocio desde hace tres. La crisis le obligó a dejar atrás un empleo de oficina y se ha reciclado en un abrazo a la tradición de una plaza a la que acudieron las modistas en busca de materia prima durante años y donde ella vende puntillas, trajes de asturiana y alpargatas.

Productos similares a los que ofrece Isabel Alonso desde hace 33 años. "Hay familias en las que tenemos clientes de tres generaciones", dice con orgullo la comerciante, a quien ayuda en su mercería la empleada Charo Viejo. "La cosa ha cambiado mucho. Antes no había las grandes superficies", explica Isabel Alonso, para comentar después que los camisones, la ropa interior y los mandilones de colegio complementan a los productos de mercería de su tienda y ayudan a llenar la caja. Una recaudación a la que, como los emprendedores y quienes vendieron durante años en el Fontán, empujan el trato personal y la apuesta por los productos nacionales y de una gran calidad.

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