La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los trabajos del Campoamor

Un amplio plantel de profesionales, desde los operarios de limpieza hasta los técnicos de sonido e iluminación, da vida al teatro ovetense y hace posible el éxito de los espectáculos

12

Los trabajos del Campoamor

Laborables y festivos, en invierno o verano, haya o no función sobre el escenario, en el Campoamor siempre hay algo que hacer. "Esto da mucha tarea", asegura Carmen Lafuente, mientras desliza la aspiradora por uno de los pasillos del teatro. Ella se ocupa de la limpieza del edificio, junto a otros cinco compañeros, y es una de los trabajadores que hacen posible que el espectáculo no pare nunca. El Campoamor cuenta con un amplio plantel de profesionales, con contrastada pericia y una larga experiencia. No se les ve y trabajan en el alambre: el más mínimo fallo puede dar al traste con meses o años de ensayos y preparación.

Mantener los nervios a raya es esencial. Y lo más difícil cuando hay que afrontar responsabilidades como la ceremonia de entrega de los premios "Princesa de Asturias". José Luis Díaz, que se ocupa de la iluminación, reconoce que esas dos horas y media son "las más estresantes de todo el año". Y no por la dificultad técnica, que después de tantos años tiene muy medida, sino porque trabaja en un descomunal escaparate, con millones y millones de personas en todo el mundo mirando. Lo mismo le ocurre a Roberto Alonso, el técnico de sonido, para el que lo más complicado son las retransmisiones en directo y, entre todas ellas, la más tensa es la ceremonia de los premios. Para trabajar sobre seguro, en esa ocasión, lo lleva todo por duplicado, de las mesas de sonido a los cables. Alonso afirma que el Campoamor es un teatro con un buen equipamiento, cuidado y en el que "no se despilfarra ni un céntimo".

A pesar de tanto estrés, los trabajadores del Campoamor afrontan sus quehaceres con pasión. Fernando Duarte, desde el departamento de Utilería, se enganchó al oficio con la zarzuela "La del manojo de rosas". Llegó al teatro ovetense a través del desaparecido INEM y siguió con Algama, la contrata que suministra el personal. Duarte es el encargado de que "Madame Butterfly" no se olvide el cuchillo con el que debe suicidarse cuando sale a escena, de que los objetos que aparecen tengan el aspecto envejecido que requiere la época o de levantar unos camerinos en el escenario, si eso es lo que pide una compañía.

Duarte lleva más de veinte años trabajando en el Campoamor y cuenta que el mayor cambio que ha vivido, y para mejor, fue la apertura del portón en la plaza del Carbayón, que da acceso directo al escenario. Antes, los decorados se subían por las escaleras interiores, a las que se accede por la puerta trasera del teatro. "Eran doce o trece horas cargando por la escalera o cruzando el patio de butacas. Ahora, en un par de horas está solucionado", cuenta.

Manuel Jesús Solís empezó, precisamente, como mozo de descarga y recuerda cómo era aquello. Tras aquella remodelación, en la que también se habilitaron los nuevos camerinos, el material "va directo al escenario". Desde hace nueve años. Solís es la sombra de la sinfónica de Oviedo, la Oviedo Filarmonía, como montador de orquesta. Antes trabajó como ayudante de montaje, jefe de sala, portero y también en el auditorio Príncipe Felipe.

Modistas, peluqueros, maquilladores, taquilleros... El catálogo de puestos de trabajo del Campoamor es interminable y se amplía a demanda, dependiendo del tamaño de cada espectáculo. Entre los más veteranos, Belén Rueda, peluquera y ligada al Campoamor desde hace 28 años. "La ópera es lo más gratificante", comenta sobre un trabajo que, según reconoce, le encanta.

Compartir el artículo

stats