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Así es mi cole

Escuelas a remojo

Las clases de natación en las piscinas municipales sirven a los niños para disfrutar y ganar soltura en el agua | "Es muy divertido", celebran los alumnos

Paula Andrea Fernández practica durante una de las clases.

"Paula, acuérdate de estirar los brazos. Y tú, Mauro, dale más ritmo a los pies". Los niños que asisten a los cursos de natación en la piscina municipal de La Corredoria se desplazan por el agua para mejorar sus habilidades. Desde el borde les vigila David Delgado, que es socorrista y lleva tres veranos enseñando a los pequeños. Mientras los críos se desplazan por la superficie, él va corrigiendo sus movimientos sobre la marcha o les reúne en grupos para pulir su técnica a base de correcciones y consejos. Y los críos absorben cada palabra mientras disfrutan del deporte. "Yo aprendí aquí a nadar", explica Patricia Valentina Ortega, de 11 años, mientras se sujeta con una mano al borde la piscina municipal de La Corredoria, en el interior del centro social El Cortijo, y mueve los pies para mantenerse a flote. Repite curso, ya que el año pasado ya acudió a clases, y lo hace con mucho gusto. "Me divierto mucho", confiesa esta niña, una de los 252 alumnos, que este verano toman lecciones en las instalaciones municipales de La Corredoria, San Lázaro, Colloto, Las Caldas y Trubia, convertidas en aulas de natación durante las vacaciones.

Una actividad patrocinada por el Ayuntamiento de Oviedo a la que también pueden apuntarse los adultos -ocho han aprovechado la oportunidad para aprender a nadar estas vacaciones- y que se divide en periodos de dos semanas con sesiones diarias de 45 minutos. Y los padres, que en ocasiones siguen los avances de sus hijos desde la valla que separa el agua de las zonas verdes, o que aprovechan para tomarse un descanso a la sombra, están encantados de haber apuntado a sus hijos. "El monitor es muy bueno", celebra Yaneth Torrico, la madre de Paula Andrea Fernández, de seis años, mientras la cría bracea a escasos metros. "El año pasado se metía con manguitos y había que agarrarla, pero se ha soltado y ha aprendido mucho", señala con orgullo la progenitora, que ha decidido que la niña repita y reciba clases a lo largo de julio y agosto en La Corredoria. "Apenas tiene siete años y lo hace perfectamente", destaca.

Mientras los chicos recorren la piscina abrazados a una tabla e impulsándose con lo pies, el socorrista David Delgado cuenta que en los días de niebla y lluvia suave ha mantenido las clases en La Corredoria y desafiado a la meteorología. Aunque "cuando hay tormenta se cancelan las lecciones, pues no está permitido acceder al agua", si el tiempo no es demasiado inclemente, el monitor y los niños tiran de neopreno para protegerse y siguen con su aprendizaje acuático.

"Aprovechamos para nadar al principio y luego le damos un enfoque más lúdico a la sesión", explica David Delgado, que, al igual que algunos de sus pupilos, pone al mal tiempo buena cara.

Tras dirigir a sus alumnos mientras cruzan la piscina impulsándose con los pies y un solo brazo, comenta que uno de los aspectos más importantes del aprendizaje es que "los pequeños tienen que disfrutar y salir del agua habiéndolo pasado bien". "Este grupo es más fácil de llevar, por que ya llevan tiempo; es más complicado cuando empiezan de cero", apunta David Delgado que indica que los movimientos de la natación son "sencillos" y enseña con ilusión a chicos de todos los niveles.

Las claves para una técnica correcta, desvela el monitor, radican en mantener los brazos y piernas estirados. Y para mantener a los niños centrados en la tarea "hay que tomar las clases como un juego". Aprenden más y no le cogen manía a las lecciones", subraya.

"Lo que más me gusta es hacer el delfín", dice Mauro Álvarez, de once años, otro de los que aprovecha el verano para aprender a nadar en el barrio. Explica después, mientras retoma fuerzas para afrontar otro par de largos, que su ejercicio favorito consiste en "dar cuatro brazadas y después bucear hasta tocar el fondo de la piscina. Luego tienes que salir rápido otra vez a flote".

Y además de pulir la técnica y corregir las habilidades de sus alumnos, que están divididos por grupos según su nivel, David Delgado ofrece también algunos trucos. "Tengo miedo a que el agua me cubra la cara", dice una de las niñas tras afrontar un ejercicio en el que debía, con el apoyo de una tabla, cruzar la piscina de espaldas. "Para que no te pase, tienes que tirar de la cabeza hacia arriba y acercar la barbilla al pecho", revela el monitor mientras la pequeña toma nota y asiente con la cabeza.

Otra de las indicaciones más repetidas se centra en que los críos estiren su cuerpo y lo acerquen lo más posible a la superficie. "Tenéis que tirar del ombligo hacia arriba para sacar la cadera a flote", comenta el monitor mientras gesticula con el cuerpo desde la escalera, para que los niños, desde el agua, comprendan mejor sus indicaciones.

Como los chicos de La Corredoria, otros muchos en todo el municipio aprovechan el verano para aprender a nadar y disfrutar de las vacaciones en el barrio.

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