A la misma hora en que 15 chiringuitos abrían para diez días de fiesta, la librería Ojanguren cerró ayer sus puertas para siempre después de 161 años de actividad.

Las últimas horas en Ojanguren se sucedieron con cierto trajín de papeles, recados e instrucciones. Los cinco empleados que acompañaron el negocio hasta el último día daban indicaciones al dueño, Julio Rojo. "Aquí está el interruptor que no se debe bajar nunca, el ordenador se enciende aquí, estos datos para pedidos se meten en esta pestaña del programa...". Él todavía seguirá los próximos días, ya a puerta cerrada, tratando de despachar algunos encargos y rematando el fin del negocio.

Mientras, por la librería, pisos arriba y abajo, alrededor del pasillo central, en el descansillo del rincón de música y poesía, un goteo de clientes, nostálgicos y algún turista despistado iban picoteando por las estanterías, entre ofertas de liquidación al veinte por ciento. "Pero ni así", protestaba ayer Rojo. "Esto es un enterradero". Y explicaba que, aunque no ha estado recibiendo novedades estos meses, sacó, aún así, dos ejemplares del último Paul Auster, "4321", al escaparate. "Y ni dos Auster se vendieron", lamentaba Rojo, poniendo en duda la condición ilustrada, culta y lectora de la ciudad.

Entre sus clientes, cuando se acercaba ya la hora del cierre, a las siete y media de la tarde, tres históricos de la asociación Belenos, Manuel Astur Paredes, Ignaciu Llope y Lisardo Lombardíaque, hablaban de libros, recogían algunas de las revistas de su asociación que tenían depositadas en Ojanguren y aprovechaban para una última compra. Lombardía, director del Festival Intercéltico de Lorient, no pudo evitar, como buen amante de lo gaélico, llevarse un ejemplar del "Diario de un viaje a las Hébridas con Samuel Johnson", de James Boswell. Lo completó con la edición en Confluencias de las "Cartas de amor de Enrique VIII a Ana Bolena" y una "Breve Historia de Hernán Cortes", de Francisco Martínez Hoyos.

Sus compras no fueron las últimas. Irene Álvarez, una joven profesora, tuvo el dudoso honor de ser la última cliente de Ojanguren. Se llevó "Los judíos en España", de Marta López-Ibor, "La Europa revolucionaria (1789-1848)", de Javier Paniagua y el poemario de Alejandro Casona "El peregrino de la barba florida". Tres libros de bolsillo a precio de saldo.

Si los libros de registro no fallan, esa compra puso el punto y final a un negocio librero que había arrancado el 25 de noviembre de 1855 con la venta, por 14 reales, de "Nociones fundamentales del Derecho", de Timoteo Arnaiz.