El traslado de la Facultad de Derecho al Cristo supuso para Arturo Merino, el decano del centro por aquel entonces, cierto coste personal. Fue un proceso largo y que califica de "complejo", no por la mudanza en sí sino por la resistencia de una parte del profesorado. La necesidad de aulas era "angustiosa", según sus propias palabras, y estaba el asunto de la biblioteca, que no estaba centralizada. Cada departamento, casi cada profesor, tenía sus libros, con fichas mecanografiadas, y todo ese material bibliográfico estaba disperso y era difícil de localizar. "Uno de los compromisos de Santiago Gascón, que era el vicerrector de Investigación, fue informatizar la biblioteca: aquello fue el primer paso a la modernidad", relata. Cuando completó el traslado, Merino se fue a La Rioja, a poner en marcha su universidad.