El periodista Luis José Ávila se recuerda con cinco o seis años corriendo entre las barracas en el campo de maniobras -lo que hoy es Llamaquique- y curioseando entre las casetas del teatro Argentino, un espectáculo algo subido de tono que se dejaba caer por Oviedo en las fiestas de San Mateo. La ciudad aún estaba muy tocada por las secuelas de la Guerra Civil y sentía como muy suyas aquellas celebraciones, un respiro en medio del infortunio que había dejado la contienda. "Eran unas fiestas más espontáneas, más frescas, sin la oficialidad que hay ahora", afirma. La Sociedad Ovetense de Festejos (SOF), que está a punto de extinguirse, no tenía vinculación con el Ayuntamiento, cuenta, y llegó a superar los treinta mil socios. Ahora, que tanto se habla de participación ciudadana, Ávila considera que ha llegado el momento de "dar más chance a los ciudadanos en las fiestas".
Luis José Ávila evoca con cariño la figura de Alfonso Rivaya, que presidió la SOF con gran talento, según refiere. Cita también a Felipe Fernández, mucho después, que siendo concejal del Ayuntamiento de Oviedo importó los chiringuitos de Bilbao, donde había estudiado.
Pero antes de los chiringuitos, según cuenta el periodista, estaban los bailes de la Herradura. "Eran los años 60 y aquel era el Oviedo de los guateques; traían artistas y atracciones de primer orden", relata.
Septiembre era el mes de las fiestas, del arranque de la temporada de ópera y de los toros. Ávila se las ingenió para entrevistar a Manuel Benítez, "El Cordobés", que se cortó la coleta en la plaza de toros, y sacaba brillo a su "Seat 124" azul marino para llevar en él a su madre, una gran aficionada a la lírica, hasta la puerta del Campoamor.
