La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ruiz-Tilve: "Las fiestas tienen que ser gratuitas y para todas las generaciones"

La cronista recuerda las barracas de la posguerra de su infancia, que "lo eran todo" para los niños, las verbenas y el éxito del Día de América

Carmen Ruiz-Tilve sostiene una foto en la que aparece, durante las fiestas de San Mateo de 1947, entre los payasos del circo. IRMA COLLÍN

Caballitos con luces y espejos, coches de choque, churrerías, barracas del tiro al blanco e incluso un autómata que movía sus piernas simulando el pisado de las uvas y que servía copitas de vino dulce con las que brindar por San Mateo. "Las barracas eran el todo", recuerda Carmen Ruiz-Tilve, cronista oficial de Oviedo, cuando echa la vista atrás para ponerse en los zapatos que llevaba en las fiestas de su niñez. Mira a las atracciones infantiles que se situaban en el entorno de lo que hoy es la calle Federico García Lorca (antigua Calvo Sotelo) y también al campo de maniobras (hoy Llamaquique), donde los payasos del circo se encargaban de animar los días. Funciones para los más pequeños a las que acudía de la mano de su padre, que nunca la dejó, sin embargo, acudir a otro de los grandes atractivos de la fiesta de la época, el baile de la Herradura.

Lo animoso de las barracas y las verbenas, no obstante, se quedaba pequeño al compararlo con el Día de América en Asturias, que dejaba la ciudad volcada hacia sus calles más céntricas. "Iba todo el mundo, también mucha gente de otros lugares de la región", destaca la cronista oficial para señalar a continuación que "Oviedo siempre ha sido una ciudad con marcha, animosa y divertida". Para mantener ese buen ambiente, Carmen Ruiz-Tilve apuesta por el carácter popular de unos festejos que "deben ser gratuitos y con actividades variadas, para todas las generaciones". Aunque en su organización no se inviertan grandes cantidades de dinero, porque lo más importante no es el programa sino quienes lo viven y disfrutan. Los mismos que hacen que la amistad fluya en las celebraciones a pie de calle: "Eso es la fiesta". A las habituales representaciones del teatro Argentino, añade también la Ópera, que "reunía en septiembre lo que ahora se representa en toda la temporada" y en la que la pequeña Carmen Ruiz-Tilve tenía que esforzarse para mantener los ojos abiertos. "Yo era una niña y las funciones eran muy tarde, pasaba mucho sueño", rememora antes de apuntar que a las puertas del teatro se concentraban muchos curiosos frente a los que paseaban señoras bien vestidas que lucían trajes largos. Un retrato que completa la escena del reparto del bollo y la botella de vino y con la que la escritora termina de pintar el San Mateo que lleva en la memoria.

Asegura, del mismo modo, que tan antiguos como los recuerdos de sus primeras fiestas son las demandas para dotar a Oviedo de un recito ferial que nunca llegó y que permitirían sacar las celebraciones de la plaza de la Catedral. Un lugar que, a juicio de Carmen Ruiz-Tilve, dista de ser el más apropiado para este tipo de actividades. "Ha habido muchos solares en estos años que se pudieron dedicar a este fin", repasa antes de apuntar que la actual disposición de la ciudad deja algunos huecos que podrían ser ideales. Como los terrenos del viejo hospital, inmersos en un proceso de cambio y con un concurso internacional de ideas sobre sus usos del futuro, o la fábrica de armas de La Vega, cuyo destino negocia ahora el gobierno local con el Ministerio de Defensa. Espacios para dar amplitud a una fiesta para todos, gratuita y pegada a la calle, insiste Ruiz-Tilve.

Compartir el artículo

stats