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Los cultivos del Paraíso

Las guindillas de Humahuaca

La planta, también conocida como chile y ají, estimula la circulación, mejora las varices y alivia el reuma

Aquel hombre era un indio puro. Castellanizado, pero con toda la morfología de su raza. Humahuaca, entre Jujuy y la frontera con Bolivia, ya no era el mismo pueblo que había conocido veinte años atrás. A la carretera, conocida como Ruta 9, le había desaparecido el piso pedregoso, y por las callejuelas entre viviendas blanquecinas requemadas por el sol, se movían bandadas de turistas arracimados en una parada apresurada antes de llegar a la asombrosa quebrada de piedra multicolor del mismo nombre.

Aquel indio de nariz característica, ojos negros y piel tostada, vistiendo ropa humilde y cubierto con el clásico gorro de lana de colores con los apéndices laterales tapándole las orejas bajaba por una de aquellas callejas llevando en su mano una cesta llena de pequeñas guindillas enrojecidas que me recordaron las dibujadas por Hergé en Tintín en el Tibet.

"Perdón, ¿me vendería un puñado de esas guindillas?", le pregunté al llegar a mi altura. "¿Los putaparió? Son para el colmado, señor. Pero le regalo un puñadito".

Sonreí al escuchar el nombre; sabía que en Argentina las llaman así. La gente fina dice "ajís de la mala palabra". "De acuerdo. Pero yo a cambio le regalo unos pesos", le respondí.

La guindillla, Cápsicum annuum, es conocida como ají, chile, y guindilla, amén de otros. El término cayena debe utilizarse para el pimentón de ají. Es otro de los frutos que le debemos a Colón. Su principal característica es la potencia picante, debida a un alcaloide llamado capsaicina, que se concentra principalmente en las venas y semillas.

Su cultivo es muy fácil; solo necesita buena luz y el agua precisa, no más, pues es una especie de secano. A principios de primavera se pone en semillero. Cuando las plántulas tengan cuatro pares de hojas se trasladarán al terreno de asiento, siendo el marco habitual 1 x 0,5 metros. No plante muchas; son de gran producción. Riegue lo justo, procurando no mojarlas. A mediados de verano le llegará la cosecha. Seque las que le sobren en un lugar ventilado y seco. Le aguantarán el año, o más. En cuanto a enfermedades la más habitual es el pulgón negro. Ya sabe, agua jabonosa al canto.

Desde el punto de vista alimentario poco hay que decir, todos los vegetales son estupendos en vitaminas y minerales. Se cuentan milagros del "putaparió": vasodilatador, estimula la circulación al mejorar la elasticidad de los capilares, varices; en cataplasmas alivia los dolores reumáticos y mejora la psoriasis. También se tilda a la guindilla de afrodisíaca, aunque uno piensa que el deseo nace en el cerebro y no en el aparato digestivo, pero por probar?

Mi plan era seguir la Ruta 9 hasta la frontera, camino de Bolivia. Hice noche en La Quiaca, el último pueblo de Argentina. En la estación de autobuses seguía existiendo la cantina. Me acerqué a cenar. El local, humilde, conservaba el mismo color verde ajado de pintura al aceite y las mesas de madera en las que se podía sentar cualquiera aunque no se conociese al otro comensal.

Elegí la única en la que había una sola persona. Tenía aspecto de bonaerense -supe después que lo era-, y delante de él había una bandeja de asado de tira, con el corte transversal del costillar que aquí llamamos churrasco, en cantidad capaz de alimentar a una familia entera. Se acercó la camarera, una joven india o mestiza pequeña y regordeta de expresión seria. Le pedí asado, pero que fuese la tercera parte de la ración que habían traído al otro comensal, y una jarra de vino.

"Es usted gallego, mi abuelo también", me dijo el compañero de mesa. "Bueno, asturiano", respondí. "¿De donde era su abuelo?", pregunté, "De Fuenterrabía", contestó...

Tendría unos cincuenta años, de profesión viajante; era sonriente y comía con avidez. Al lado de aquella tonelada de carne había un platillo con un ají diminuto, igual a los que yo había comprado en Humahuaca.

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