El paseo del Bombé vivió ayer la que posiblemente fue su mejor jornada de las fiestas mateínas. Al mediodía estaba repleto de gente que disfrutaba de un día de verano. Las catorce casetas despiden hoy un San Mateo en el que hicieron mejor caja que el año pasado, pero, eso sí, echando de menos más actuaciones y más atracciones para los más pequeños, porque "hubieran atraído aún a más clientes" a esta exitosa cita.

¿Más críticas? También las hubo. Los hosteleros se quejan de la pesada burocracia municipal, de las altas tasas que tienen que pagar y, sobre todo, de que a día de ayer aún no sabían lo que tendrían que pagar al Ayuntamiento por ocupar suelo público.

"Pero mereció la pena, incluso a pesar de los días de lluvia, y si puedo para el próximo año repito", afirmaba satisfecha María José Antón mientras echaba una caña a José Luis Gómez. Éste fue su primer año en el Bombé. "Tuve un buen debut".

Sidra y mojitos. En la bebida patria y en el mojito caribeño, el cóctel preferido del escritor Ernest Hemingway que trasegaba en La Bodeguita del Medio, en el empedrado de La Habana, basó su oferta David Alonso. Advertía, orgulloso, que era la única caseta del Bombé que despacha sidra. Una treintena de cajas diarias; del combinado está sirviendo unos doscientos de media.

En otra caseta, hamburguesas y lágrimas de pollo. En la plancha, Moro Fonseca no daba abasto. No era para menos, trescientas o más hamburguesas diarias son las que prepara. A su lado, Sergio López atendía la barra, cobraba y aún tenía tiempo para alguna broma. Al frente de la caseta, la conocida hostelera María Blindu, que también echa de menos más actuaciones musicales.

Enfrente el toque exótico de la gastronomía mexicana. Un gran sombrero de charro de color negro tras la barra indicaba a los clientes el tipo de caseta que habían elegido. La sangría mexicana, de sidra y tequila, hizo furor estas fiestas. A las dos de la tarde el calor empezaba a apretar. "Vendemos unos cuarenta litros al día", detallaba Elías Rodríguez, un astur-mexicano que se sentía satisfecho por el éxito de este singular granizado. "Los nachos también nos los quitan de las manos; vendemos unos doscientos todos los días".

En una esquina de la barra María José Fernández y Pedro Martínez, junto con la pequeña Raquel Rodríguez, esperaban sonrientes su turno para pedir las consumiciones. "Queríamos sentarnos, pero vemos que es imposible", comentaba la primera. Conseguir una mesa ayer al mediodía era algo prácticamente imposible en el paseo del Bombé.