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FRANCISCO MICHELÓN GARCÍA | Carnicero jubilado con medio siglo de experiencia en el mercado ovetense

"Antes todo Oviedo compraba en el Fontán, ahora los jóvenes van al supermercado"

"Yo no tenía ni idea de carne, empecé con una bici, pero me fijaba en cómo deshuesaban los demás y al cabo de los años acabé siendo el dueño"

Francisco Michelón, en la carnicería que ahora dirige su hijo en el mercado del Fontán. Miki López

Francisco Michelón García es carne del Fontán. Llegó al mercado cuando tenía 14 años desde Olloniego y posó los cuchillos en junio del año pasado, con 66, después de pasarse la vida detrás del mostrador de una carnicería que tiene una historia propia entrañable y muchísimas que contar. Comenzó repartiendo pedidos con una bicicleta, ascendió hasta encargado del puesto y acabó convirtiéndose en el dueño gracias a que su jefa, Pilar Suárez Villanueva, propietaria de la fábrica de conservas "La Tila", le regaló la carnicería como premio a su fidelidad. Michelón es historia viva del Fontán. Conoce cada uno de sus rincones, a los clientes que lo frecuentan y tiene grabados miles de recuerdos que al tejerlos conforman un relato de más de medio siglo sobre un mercado emblemático. El negocio lleva poco menos de un año en manos de su hijo, que también se llama Francisco, pero él es incapaz de quedarse en casa y suele estar por allí.

Un niño criado en una familia de mineros. "Nací en Olloniego el 10 de mayo de 1951. Mi padre y dos de mis tres hermanos eran mineros y de aquella ganaban bastante dinero, así que yo quería seguir sus pasos, pero mi hermano mayor no me dejó. Siempre decía que con ellos en la mina ya era suficiente y que tenía que labrarme otro futuro mejor, algo que siempre le agradeceré porque acertó. Entonces comencé a trabajar en Oviedo, en aquel supermercado tan famoso de la calle Jesús que se llamaba La Suiza. Tenía 14 años y ganaba 600 pesetas al mes (3,6 euros), pero estuve medio año y me cambié a lo que por entonces se llamaba la plaza de la Carne, a trabajar para la carnicería con doña Pilar Suárez, que me pagaba 800 pesetas (4,8 euros).

Muchos kilómetros en bicicleta por las cuestas de Oviedo. "Cuando llegué la señora tenía seis o siete empleados. A mi me tocó la tarea de repartir los pedidos por Oviedo con una bicicleta de hierro puro que pesaría cuarenta kilos. Repartía a todos los colegios, a restaurantes, a particulares... No paraba de subir cuestas. Entrábamos a las ocho de la mañana y salíamos a las nueve de la noche y la plaza estaba abierta continuamente. Yo no tenía ni idea de carne, pero me fijaba como deshuesaban los demás, como la cortaban... Con los años fui subiendo de categoría y acabé siendo el encargado del negocio. No obstante la señora venía todos los días como un clavo, no fallaba. A las siete de la mañana, cuando abría el mercado, ya estaba ella la primera. Y ya se sabe, cuando se es joven se anda de juerga bastantes veces y ella me lo notaba. Me conocía mucho.

Una jefa especial que era "como una madre". Trabajé con doña Pilar hasta 1988. Era viuda y tenía tres hijos, pero para mí era como una madre, siempre me quiso. El día del Pilar celebraban su santo en una finca de la fábrica (por conservas "La Tila"). Fui el primer año, pero había tantas personalidades que me encontraba cohibido. Al año siguiente le dije que prefería no ir por ese motivo, me contestó que lo entendía y me dio 10.000 pesetas de aquella (60 euros) para que fuese a comer con mi mujer el día de su santo. Desde entonces lo hizo todos los años. En vez de darle yo un regalo me lo daba ella. La verdad es que yo nunca me puse de baja, cuando marchaba de vacaciones lo sostenía yo todo y trabajé para ella como si el negocio fuese mío". Cuando me dejó la carnicería no tenía más de cien mil pesetas en el banco. Estaba casado y con un niño. Me dijo: 'Te vas a quedar con esto y no quiero a nadie aquí. Empiezas con tu mujer'. Le contesté que mi mujer no sabía ni cortar la carne y que teníamos poco dinero, pero me dijo que no me preocupase. Así lo hice. Ella venía todos los martes y un día se presentó aquí con el director de un banco, me pidió que firmara los papeles del traspaso y me dio una Visa Oro para los gastos".

Los "años buenos" del mercado y la relación con el cliente. "En los años buenos la señora compraba unos 18 xatos por semana, algo que ahora mismo es impensable. Cada uno pesaría quinientos kilos. Aquí no había un minuto de descanso y éramos seis. El mercado del Fontán eran núcleos familiares. Su puesto era precioso, de mármol. Todo Oviedo pasaba por aquí a diario. Había una cantina pequeña, dos fruterías y un puesto de congelados, el resto era todo carne. El 15 de diciembre de 1984 se inauguró el mercado reformado y cambió todo muchísimo. Mejoró en cuanto a servicios y comodidades, pero antes venían autobuses de Colloto, San Claudio, Morcín, Riosa... La gente mayor va desapareciendo y la juventud busca la comodidad de las grandes superficies.

La nueva generación mantiene el negocio. "Un día le dije a doña Pilar que tenía que meter a alguien, que estábamos vendiendo mucho. Me dijo que tenía que resistir y entonces mi hijo empezó a ayudarme. Al guaje le daba algo cada vez que venía, pero empezó y empezó y ya lleva casi 30 años. Ahora se ha quedado con el negocio, pero yo vengo casi todos los días, igual que hacía Pilar. Mantener la calidad para el cliente es fundamental. La carne no la corta cualquiera. Hay muchos que en vez de cortar sierran. Para hacer un buen corte hay que meter el cuchillo y bajar de dos cortes, zis zas".

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