La infancia del ingeniero Pablo Prieto son recuerdos de veranos en Asturias y andar a la hierba ayudando a los "amiguinos" de Bueño. El "palaciu", como lo llamaban los vecinos, se identificaba en su caso con el nombre de la localidad de Ribera de Arriba. Cada año, "irse a Bueño" significaba iniciar una estancia de dos meses en la casona familiar que el Ayuntamiento acaba de adquirir ahora a su primo, el conocido chelista asturmexicano Carlos Prieto, último propietario del edificio y de las dos fincas vecinas.

Con esta venta, la familia Prieto se desprende de su última posesión en Bueño, una localidad que vio nacer hacia 1706, primer registro localizado, a José Prieto. No obstante, el último en habitar la casona de forma permanente fue Pelayo Prieto, que se desplazó a Oviedo ya en el siglo XIX.

Ahora en la familia, explica Pablo Prieto desde Madrid, pesa, más que la pena, la satisfacción por saber que esos terrenos y esa casa quedarán para el municipio, es decir, para todos los vecinos. Los planes que maneja el Ayuntamiento son "muy buenos", indica. Y avanza que el terreno y el edificio podrán acoger un centro social y cultural para toda la zona, una biblioteca, un salón de actos y que en el exterior se piensa en la posibilidad de proyectar un auditorio al aire libre pero protegido de la lluvia. "Al final", explica Pablo Prieto, "es una solución muy sana y muy bonita".

Él habla como representante en España de los asuntos de su primo, Carlos Prieto, que por cuestiones de herencia acabó siendo el último y único propietario de estos bienes. Pero a Pablo Prieto le liga también al Palacio de Bueño toda su infancia.

Carlos Prieto y Fernández de la Llana, el destacado empresario y financiero asturmexicano, gran benefactor de la localidad, era su tío. Él y su esposa eran también sus padrinos de bautismo, y por eso y los muchos años de veraneo Pablo Prieto se siente muy vinculado anímicamente a Bueño. De los Prieto más vinculados a la casa, su padre, Luis Prieto Bances, el arquitecto, autor, entre otras obras destacadas, de la iglesia redonda de San Francisco de Asís, era el que residía en España. Y desde Madrid toda la familia se desplazaba a Asturias al llegar el verano.

La conexión con Carlos Prieto "el mayor", como resume Pablo, era total, y el empresario venía también aquí en ocasiones especiales, como para el bautismo de Pablo y de su hermano gemelo. El hecho de que Luis Prieto Bances, primo carnal de Ramón Prieto Bances, fuera arquitecto, hizo también que su familia se encargara de las reformas del edificio. En la infancia de Pablo Prieto, de hecho, el Palacio de Bueño tenía los muros revocados, y la piedra vista fue una reforma muy tardía.

Pablo Prieto también se acuerda de que, siendo él muy pequeño, la casona sufrió una gran reforma que la dejó, estructuralmente, con el aspecto que tiene en la actualidad.

La conexión con los hijos de Carlos Prieto se prolongó con los años, porque la hermana mayor de Pablo Prieto acabó casándose con el chelista Carlos Prieto, que era primo suyo en tercer grado. "Se conocían de siempre, se enamoraron, se casaron en 1964 y desde entonces han sido muy felices", relata.

Las distintas familias de los Prieto, tanto los concentrados en torno a la rama más vinculada a Bueño como los repartidos por Oviedo, Gijón y Pravia, podían acabar juntos en grandes reuniones familiares que sucedían, de vez en vez, en la casa. Pero la norma general de los veranos eran Pablo y sus hermanos jugando con los otros niños del pueblo.

Si los niños de la casa, cinco hermanos, no eran suficientes, tenían, además su pandilla en las casas vecinas. Las tareas de campo, casi un juego, entretenían aquellos veranos en los que también había escuela en julio y agosto con un maestro para todos que se encargaba de que los niños, una hora o dos al día, también dedicaran un tiempo a los cuadernos.

En el interior de la casa se acumulaban las anécdotas propias de una mansión antigua y muchos niños. "Nos divertía muchísimo", cuenta Pablo Prieto, "subir al segundo piso a ver si se había colado algún murciélago y lo podíamos cazar. A veces lo lográbamos. Pero siempre lo acabábamos soltando", ríe.

Hoy Pablo Prieto es ingeniero de minas ya retirado, viaja mucho pero siempre encuentra un momento para volver a Asturias. Ahora ya no podrá hacerlo a un Palacio en el que no había nadie de linaje noble en lo que a títulos se refiere. Pero su satisfacción, y también la de su primo Carlos Prieto, es que los Prieto podrán seguir contando en Bueño con esas tierras y esa casa, pero en las mismas condiciones que el resto de vecinos, a los que ahora pertenece también todo aquello. El círculo de una larga saga de Prietos vinculados a Ribera de Arriba se cierra y se abre otro nuevo. Todavía mayor.