Santiago Armesilla Conde dio ayer en la Escuela de Filosofía de Oviedo una lección magistral sobre la revolución rusa de octubre de 1917, analizando sus implicaciones nacionalistas y sobre la dialéctica de estados. "Antes de la revolución de 1917 Rusia era un imperio depredador", manifestó al hablar de aquella potencia prerrevolucionaria que después, con el aliento de los bolcheviques, mantuvo ese afán expansionista. "El Partido Comunista Bolchevique pensaba en la internacionalización de la Revolución y del comunismo", según Armesilla, que es doctor en Economía Política y Social e investigador en el Euro-Mediterranean University Institute (EMUI).

Armesillo explicó, durante la sesión de filosofía que protagonizó en la Fundación Gustavo Bueno, cómo la Rusia de los zares fue "un imperio colonial" en cierto modo, caracterizado por la estrecha unión entre el trono y el altar, la supremacía de la etnia cosaca, los grandes terratenientes y la Gran Rusia.

Aprovechando la revuelta bolchevique, 35 territorios del antiguo imperio ruso se proclamaron estados independientes, algunos regidos por un sistema comunista y profundamente nacionalistas. Mongolia fue, según el politólogo madrileño, el segundo estado que se proclamó comunista.

El primer efecto de la Revolución fue en principio disgregador, a pesar de que sus impulsores pretendían que Rusia fuera "el pivote" en el que asentar el régimen comunista y desde el que expandirlo por todo el mundo.

Armesilla, que es autor de libros como "El marxismo y la cuestión nacional española" y "Trabajo, utilidad y verdad", revisó la doctrina dictada por Lenin en "Las tareas del proletariado", más conocidas como "las tesis de abril", que fueron dictadas por el líder bolchevique en el discurso que pronunció en el Palacio Táuride en abril de 1917. "Las tesis de abril no solo marcan un proyecto de Estado sino también el inicio de una nueva izquierda, una izquierda comunista", explicó el conferenciante.

Para entender su contenido, Armesilla fue a otro texto anterior, también de Lenin, "El Estado y la Revolución", en el que el político "habla de la dictadura de la burguesía" y hace una interpretación del Estado en términos modernos y bajo un prisma maquiavélico.

No basta con admitir que la lucha de clases ha sido el motor de la historia. Nadie es comunista, sostenía Lenin, sin aceptar la dictadura del proletariado, es decir, según aclaró el politólogo, sin dar por sentado que una clase social ha de imponerse a las demás, como clases nacional y hegemónica. Esa clase era la formada por los obreros, los campesinos y la pequeña burguesía.

Santiago aludió a otro texto de Lenin en el que habla de la autodeterminación de los pueblos, aunque aclaró que ese concepto no tiene que ver con lo que en la actualidad se entiende como tal y que la entiende como estrechamente vinculada al Estado. "Es un texto que causa controversia porque nadie lo ha leído", aclaró el ponente.