"Cuando Severo Ochoa ganó el premio Nobel de Medicina en 1959 sintió que se había equiparado a su admirado Ramón y Cajal, al que quiso tener como profesor y no pudo conseguirlo". Así lo explicó ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA Juan Fueyo-Margareto, profesor e investigador de Neurología y Oncología en el M. D. Anderson Center de Houston, en Texas (Estados Unidos), uno de los centros más prestigiosos del mundo en el tratamiento del cáncer y autor del libro "Exilios y odiseas. La historia secreta de Severo Ochoa".

Fueyo-Margareto, que fue presentado por Eduardo García, periodista de LA NUEVA ESPAÑA, explicó que Severo Ochoa realizó una serie de trabajos que condujeron finalmente a la síntesis del ácido ribonucleico, ARN, tras el descubrimiento de la enzima polinucleótido-fosforilasa. Este hallazgo le valió, junto a su discípulo Arthur Kornberg, el premio Nobel de Medicina de 1959. Entre sus grandes amigos estuvo Salvador Dalí, "que daba mucha importancia al ADN porque pensaba que es lo que nos hace inmortales". Fueyo-Margareto destacó la "consistencia interna" de Ochoa, "algo que caracteriza a los genios". Relató que cuando Franco le invitó a venir a Madrid, el científico dijo que no y envió a Kornberg. Fueyo sostiene que la Academia sueca reconoció que el Nobel fue por error. "Se lo dieron demasiado pronto porque pasados dos años otros científicos empezaron a publicar estudios en los que demostraron que la síntesis del ARN se producía por enzimas que nada tenían que ver con la de Ochoa".