Alfredo el de La Cala no necesita presentación porque en la calle Arquitecto Reguera y su entorno todos saben quién es. A los pocos que no, decirles que se apellida Llaneza y que ayer se despidió de la fiel clientela de su cafetería. Se jubila. Ofreció a sus amigos un generoso convite y, junto a su mujer, Paloma Llera, recibió besos y abrazos en la hora del adiós a una vida detrás de la barra. No daban abasto para tantas despedidas a parroquianos de siempre, arremolinados en grupo ante la puerta del local.

Fue una despedida sencilla pero sentida para un clásico de la hostelería ovetense. Alfredo Llaneza es la tercera generación de una familia de profesionales hosteleros que empezó con su abuelo, en los bajos del teatro Filarmónica, en la discoteca Alaska.

A un todavía joven Alfredo Llaneza le surgió la oportunidad de trabajar en el Club de Tenis, donde estuvo catorce años. En La Cala sumó otros veintisiete.

¿Por qué dejó el Tenis? "Unos socios crearon un club social que se llamaba 'Cala Penta', para reunirse con sus amigos y escogieron este local. Eran Manuel Morales, Alfonso García-Arguelles, Francisco Menéndez, Miguel Ángel Fernández Galán y Piqui Telenti. Su afición era la caza y aquí tenían una peña que se llamaba La Paxarina y que presidía Manuel Morales", cuenta Alfredo Llaneza.

En 1993, la cafetería pasa ya directamente a manos de Alfredo Llaneza, junto a su mujer, Paloma Llera. "Tuvimos mucha suerte con el negocio, siempre fue bien, pero ahora toca la jubilación y vivir un poco la vida porque, en todos estos años, apenas hemos salido de aquí". Alfredo y Paloma trabajaban mano a mano y, cuando hacía falta, que eran muchos días, ayudaba su hija Cristina.

"Lo que conseguimos fue reunir en este local a un grupo de amigos, porque más del ochenta por ciento de los clientes se conocen entre sí, desde los que tienen más de noventa años, como Manuel Prieto, a los jóvenes. Es frecuente que coincidan dos generaciones de una misma familia", comentó orgulloso Alfredo Llaneza. Con ellos, como dos amigos más, estaban ayer los hermanos Ignacio y Javier García-Portilla.

¿Y cuál ha sido el secreto de La Cala? "La seriedad. Abrimos a las siete de la mañana y cerramos a las once de la noche". Y para que los clientes no se aburrieran les ofrecían nada menos que ocho periódicos. "Venía del Tenis, que estaba lleno de periódicos. A la hora del aperitivo tenía la mitad de socios del club conmigo, y eso nos ayudó mucho al principio".

Entre los que le apoyaron para a salir adelante, cita Alfredo a los dos presidentes del Club de Tenis con los que trabajó, José María Alvear y Eduardo González, "Macano".

En la cocina Paloma Llera preparaba el pincho estrella: un revuelto de huevos, patatas fritas, jamón york, bonito y por encima mayonesa. "Viendo todo esto, mereció la pena", sentenciaba ayer con orgullo Alfredo Llaneza. al cerrar la puerta. Aún le queda otra despedida: una comida mañana, con cien amigos.