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Un bello galán

Una semblanza, varios recuerdos y un repaso a algunas de las relaciones del galán Jorge Nieto

Chicho Ibáñez Serrador con Blanca Estrada.

Nos habíamos conocido a finales de los años sesenta en el Real Automovil Club, en La Jirafa, durante la actuación de un grupo inglés de rock ["The Tomcats"]. Algún tiempo después, la casualidad hizo que coincidiéramos al menos tres veces por semana en el portal en el que vivían nuestras respectivas novias. Poco a poco fuimos alcanzando cierta amistad. En una ocasión me confesó que le gustaba mucho mi chica. "Pues a ver como lo arreglamos, le dije, pues a mí la verdad me gustan las dos".

Jorge Nieto era un tipo que no pasaba desapercibido; atractivo, extravagante y coqueto en el vestir: un esteta. Atrevido, embaucador y fatuo. Admirado por muchos, mujeres y hombres, al tiempo que era denostado por otros tantos. Mientras esperábamos en el portal, Jorge, frente a un espejo y con suma naturalidad sacaba del bolsillo un tubo de maquillaje para darse algún que otro retoque, lo mismo hacía con la sombra de ojos o recomponiendo su tupe. Solía aconsejarme, con empeño, que me pusiese algún reflejo en el pelo.

En una de aquellas esperas me propuso que le acompañara a una cita. No era cualquier cosa, se trataba de conocer en persona a una pareja de consagrados actores: Stephen Boyd [el inolvidable Messala en Ben-Hur] y la espectacular Marisa Mell, que se encontraban en Asturias rodando exteriores. Según me adelantó, le iba a facilitar el encuentro un conocido suyo perteneciente al equipo del productor de la película, José Frade.

Serían las tres y media de la tarde cuando llegamos a Casa Modesta, en la calle Jovellanos. Sentados a la mesa los actores y dos personas más. El conocido de Jorge se levantó a recibirnos. "Habéis llegado en el momento justo. Acabamos de zamparnos una suculenta fabada" comentó, para añadir "Os atenderán en un momento". Con un leve gesto fuimos invitados a sentarnos frente a ellos. El actor acercándose a nuestro anfitrión hizo algún comentario sobre Jorge, iniciándose entre los tres una conversación. Mientras tanto yo había quedado embelesado ante la extraordinaria belleza de la actriz, observando con qué sensualidad acercaba el cigarrillo a unos labios perfectos, voluptuosos y eróticos. Rompió finalmente el silencio el otro comensal, comenzando entre nosotros un cruce de chaporreo entre italiano y español sobre los tópicos recurrentes en esos casos: mi piace molto il paisaje, buena comida, bravissima gente... Quince minutos más tarde salíamos por la puerta del restaurante, personalmente con la impresión de haber hecho el canelo.

Dejamos de vernos, con lo que le perdí la pista durante años. Un buen día nos encontramos en Madrid, iba acompañado de Blanca Estrada [del "1,2,3 responda otra vez", de la tele], a la que yo conocía de la discoteca Macki, en Oviedo. La azafata al parecer se acababa de descabalgar de un caluroso y fugaz romance con el músico Augusto Algueró. En cierta ocasión vi un reportaje en una revista del corazón en la que aseguraban que el ovetense se encontraba en Italia liado con la actriz Virna Lisa. Casi nada.

Jorge Nieto, de siempre, había adoptado el rol de Dorian Gray y así quiso vivir. Alguna vez me había comentado que de haber sufrido deformidad alguna se habría quitado de en medio. Apuró su existencia en fuertes y cuantiosos excesos, se le subió todo a la cabeza y finalmente la maquinaria gripó. Una pena.

"Aquel que ha contemplado la belleza está condenado a seducirla o morir".

["La muerte en Venecia"] Thomas Mann.

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