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El bendito castigo de Diego Pañeda

El cantante de "Waykas Family" empezó a subirse al escenario obligado por su padre un verano de su adolescencia a hacer de "pipa"

Diego Pañeda, en el centro de la imagen, con "Waykas Family". MANUEL NOVAL MORO

Diego Nicieza Vallina andaba por los años más revueltos de su adolescencia cuando fue sometido por su padre a un castigo: pasarse un verano entero ayudando a montar y desmontar en los conciertos de la orquesta en la que tocaba. De tanto subir a los escenarios, aunque fuera para hacer de "pipa" y para darle al interruptor de las luces, poco a poco empezó a entrarle el gustanillo y, finalmente, acabó por lanzarse a actuar. Ahora, en el escenario es Diego Pañeda, en homenaje a su pueblo.

"Al principio lo de la orquesta no me entusiasmaba mucho, aunque sí era un crío que me gustaba mucho cantar, y también bailar", explica. El verano del castigo tenía 14 años. Allí comenzó a admirar la elegancia de uno de los cantantes. Le llamó la atención. Pero no fue hasta el año siguiente cuando realmente empezó a ponerse tras el micrófono. Su padre le preguntó si quería cantar y se lanzó.

Estuvo hasta los diecisiete años cantando en plan semiprofesional, conociendo el oficio, y con 18 años fue a hacer una prueba para cantar como profesional con el grupo "Manhatan", de Gijón. Pasó la prueba y comenzaron los que, dice, fueron "cuatro años buenísimos de aprendizaje; entonces no había camiones como ahora, casi todos cantábamos en escenario, y aquello me sirvió para aprender a enfocar el público", algo esencial para él.

Los siguientes siete años los pasó en Alto Standing, una orquesta en la que aprendió "lo que son los ensayos profesionales, en los que trabajas la coreografía y la escenografía de una manera muy organizada".

Esos años le sirvieron para consolidar su soltura con el público y sus tablas, y desde hace siete forma parte de una "familia", la orquesta Waykas, en la que asegura que hay "un clima muy bueno, con gente que se involucra en el proyecto".

Su intención es siempre crear buen ambiente. "Si te llevas bien, creas buenos ambientes, eliminas rápido lo malo y eso acaba notándose en el escenario; yo creo que hay que sonreír siempre a los compañeros, si hay mal rollo la gente lo nota", asegura.

En su ya dilatada trayectoria, se ha encontrado de todo, desde público poco amable -por decirlo suavemente, hasta recibió un botellazo en la cara- hasta gente indiferente, pasando por entusiastas entregados de todas las canciones. Reconoce que es una profesión dura, con muchos viajes, horas de sueño limitadas y otras dificultades, pero todo se supera "porque te gusta lo que haces".

Para él, el premio es "que el público te dé su cariño, eso es lo mejor de todo". Cuando se baja del escenario, Diego Pañeda preside la comisión de festejos de su pueblo y también es el segundo entrenador del Condal C.F. porque dice que tiene que poner diversidad a su vida. En cualquier caso, lo suyo es cantar y bailar. Definitivamente, el escenario ya no es un castigo.

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