María Dolores Loureiro Sesto (Mado), ginecóloga en el Hospital Monte Naranco, falleció el pasado viernes a los 63 años, súbita e inesperadamente a causa de un infarto, en su domicilio. Tan repentina fue su muerte que unas horas antes había estado charlando despreocupadamente con su hija María Rodríguez Loureiro de sus perros y de la última novela que había leído, "4321", de Paul Auster. Ayer, en el tanatorio de los Arenales sus restos mortales fueron incinerados. Muy conocida en el entorno sanitario, su muerte causó conmoción en los círculos hospitalarios.

María Dolores Loureiro trabajó durante muchos años en el Hospital Álvarez-Buylla de Mieres, que fue su primer destino al llegar a Asturias. Había nacido en Galicia, en Puentecesures, un pueblo próximo a Santiago de Compostela, que fue donde estudió Medicina y donde conoció a quien luego sería su esposo, Eduardo Rodríguez Escudero, de Puebla de Sanabria, en Zamora.

Loureiro llegó a Mieres a principios de los años 80, para hacer la especialidad en Ginecología y cuando aún no era muy habitual encontrar a mujeres en las consultas ginecológicas. Su hija María recuerda cómo cuando caminaba con ella por la calle la gente las paraba. "Le agradecían que tuviera un trato tan humano y que se pusiera en la piel de los pacientes", cuenta. Este fin de semana, por el tanatorio, desfilaron muchos de sus compañeros del Alvarez-Buylla a dar el pésame a los hijos, María y Edu Rodríguez Loureiro.

En Mieres, Loureiro ejerció la mayor parte de su vida, hasta que, sobre todo por proximidad a su domicilio -residían en La Fresneda desde mediados de los años 80- solicitó el traslado al HUCA (Hospital Universitario Central de Asturias). Trabajó en el complejo sanitario del Cristo y, tras el traslado, en el nuevo hospital de La Cadellada. Hace tres años pasó al servicio de prevención ginecológica del Hospital Monte Naranco. Había pasado mucho tiempo trabajando en el quirófano y ahora prefería dedicarse a la prevención, la planificación familiar y tener trato directo con las enfermas.

María Dolores Loureiro acompañó a su esposo, fallecido hace ocho años, durante su enfermedad, que fue larga y penosa. Su hija la describe como a una mujer que disfrutaba de los amigos y la conversación, de los paseos por La Fresneda, muy generosa con sus pacientes, dentro y fuera de la consulta, gran viajera y gran lectora. Veraneaba en las rías gallegas y ejercía de gallega, a pesar de que la mayor parte de su vida y su carrera transcurrieron en Asturias.