"Beethoven siempre tenía la orquesta en la cabeza cuando componía, ya fuese una sinfonía o una de sus 32 sonatas para piano". Lo dijo ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA el compositor y pianista Luis Vázquez del Fresno, que junto al escritor y abogado Alberto Zurrón dio interesantes claves sobre el músico alemán, fallecido hace 190 años.

"Ludwig van Beethoven: Luces y sombras en torno a un genio", fue el título de la charla que el profesor Vázquez del Fresno, que el próximo 1 de diciembre estrena la suite sinfónica "Florilegio del alba", en el auditorio Príncipe Felipe, convirtió en una clase magistral, sentado al piano, interpretando algunos fragmentos de sonatas y explicando lo que Beethoven (Bonn, 1702-Viena, 1827) quiso expresar en ellas.

Zurrón, autor de "La historia insólita de la música clásica", que ya va por la segunda edición, se detuvo en aspectos más personales de la vida de un hombre que como dijo, "fue un desastre en lo personal y vivió para la música". El legado musical de Beethoven va del Clasicismo hasta los inicios del Romanticismo. Está considerado como uno de los compositores más importantes de la historia de la música y su legado ha influido de forma decisiva en la evolución posterior de este arte. Sin embargo, no fue un niño prodigio, como resaltó Zurrón, y sufrió una infancia marcada por la crueldad de un padre, también músico, adicto al alcohol, que le castigaba sin comer y le encerraba en un cuarto oscuro cuando se negaba a tocar el piano, como recalcó Vázquez del Fresno.

El profesor, que ha sido maestro de nombres de la música como el recordado musicólogo Luis Gracia Iberni, comparó la partitura a una obra arquitectónica sonora, algo que en Beethoven destaca especialmente, ya que "muchos elementos que no aparecen escritos se intuyen a la hora de interpretar".

Sordo y casi ciego estaba el maestro alemán cuando compuso la Novena sinfonía, señaló Alberto Zurrón. De hecho, los especialistas consideran que Beethoven no sería el mismo sin la sordera y esa enfermedad tampoco tendría las mismas connotaciones sin él. La primera obra de Beethoven fue una cantata encargada por la muerte del emperador José II. No la vio estrenada. Se perdió y la encontró Brahms , que felizmente, la rescató.