Pensó que se moría, y no le faltaba razón, pero al final, Javier Berjano salvó no sólo su vida sino la de otra mujer, G. H. P. de 64 años, y la de dos perros, "Puskas" y "Yony".

Lo cuenta el protagonista con toda tranquilidad tras salir del Hospital Universistario Central de Asturias (HUCA) donde ayer estuvo desde las ocho de la mañana hasta pasadas las cinco de la tarde. Es su frase más repetida: "pensé que me moría".

Javier Berjano, de 54 años, bajó al garaje a buscar su coche a las ocho menos diez de la mañana y al abrirse la puerta del ascensor encontró a una mujer "tirada en el suelo" y a dos perros "patas arriba". Berjano la conocía "porque pasea a los perros de unos vecinos". En ese momento notó un fuerte olor, "no sabía a qué pero era muy fuerte". Entonces tomó la decisión correcta: se metió de nuevo en el ascensor. Si se hubiese quedado allí a ayudar a la mujer probablemente ninguno de los dos hubiese salido.

Pero no salió bien. El ascensor falló. "Piqué al cero para salir a la calle pero se bloqueó y me quedé tirado, no podía respirar y estaba muy agobiado", narra nada más salir del HUCA. Llamó por teléfono a su esposa, Margarita Tartiere, pero la llamada se cortó por falta de cobertura. "Marga notó algo raro, salió al descansillo y llamó al ascensor". El habitáculo empezó a subir hasta el séptimo, donde vive la pareja, y ya desde el quinto la mujer escuchaba a su marido gritar, "¡Marga, que me muero, Marga, que me muero!". Al abrirse la puerta del ascensor en el séptimo Javier estaba tirado en el suelo casi sin respiración. Su esposa pensó que le había dado un infarto y le dio una aspirina.

"Al sentir la primera bocanada de aire limpio me encontré mejor y llamé al 112 para decirles que había una señora tirada en el garaje". Fue lo primero que hizo Javier Berjano al sentirse mínimamente recuperado.

Luego bajó a la calle. Llegaron los bomberos, la Policía Local y la nacional y un técnico sanitario de una ambulancia le dijo al vecino que fuese a urgencias a que le diesen oxígeno. Así lo hizo, allí pasó las siguientes nueve horas entre numerosas pruebas hasta que poco después de las cinco de la tarde le dieron el alta.

Todo había sido muy rápido, tan rápido que sirvió para que los cuatro -la mujer, Javier Berjano y los perros, salvasen la vida.

La mujer no tenía que bajar al garaje pero probablemente un fallo del ascensor la llevó al sótano en vez de a la planta de la calle. Se abrió la puerta y se encontró en un espacio desconocido, con una puerta cerrada que daba acceso al garaje y a oscuras. Se puso nerviosa y todo apunta a que activó la alarma antiincendios. Ese dispositivo, además de alertar de las llamas, libera monóxido de carbono de un cuarto de calderas de una empresa que tiene locales en el bajo del edificio. Ese dispositivo evita el incendio de la sala de calderas y fue lo que provocó la intoxicación.

La alerta de Javier Berjano, ya desde su casa con su esposa y su perro, un teckel de pelo largo "que se puso muy nervioso al ver a su dueño tirado en el ascensor", fue lo suficientemente rápida para alertar a los servicios de emergencia. Los bomberos sacaron a la mujer del cuarto del garaje. Estaba intoxicada y con un golpe en la cabeza a causa de la caída. El lacero municipal se encargó en un primer momento de los dos perros que se recuperaron mucho antes que los humanos y ya por la mañana descansaban en casa de sus dueños.

Lo que pudo haber sido una tragedia quedó en un susto. Una sucesión de errores, de nervios, de fallos, pero también de decisiones acertadas como de la Javier Berjano que optó por salir a pedir ayuda antes que socorrer él mismo a la mujer al notar el olor, todo se alió para que saliese mal pero también para que saliese bien.