-¿Nervioso, Gabriel?

-No, nervioso no; estoy feliz.

En esa conversación, mantenida minutos antes de que empezará el concierto de la orquesta y el coro de la Universidad en la Catedral, Gabriel Ordás parecía absolutamente sincero. El programa incluía la obra que la institución académica le encargó expresamente para esta ocasión. Con 18 años recién cumplidos, Ordás no mostraba inquietud por el estreno y apuró los últimos minutos, antes del comienzo, en dar las últimas instrucciones a Guillermo Martínez, el otro ovetense que puso música a un concierto que resultó apoteósico, tanto por el público que congregó como por los aplausos y el reconocimiento que recogió. Otra ovetense más, la soprano Lola Casariego lo cerró, prestando su voz a una composición de Guillermo Martínez.

La cola a la puerta de la Catedral, a pesar de la lluvia y lo desapacible de la tarde, atravesó la plaza y se mantuvo un largo rato. En el interior de la basílica de San Salvador, que con las sillas auxiliares colocadas en las naves laterales tiene capacidad para más de un millar de personas, la gente buscó acomodo también en las capillas, todas a rebosar. No quedó ni un asiento libre y muchos espectadores siguieron el concierto de pie.

En la primera fila, a un lado del altar mayor, tomó asiento el rector Santiago García Granda, y a su lado el vicerrector de Extensión Universitaria, Francisco José Borge; al otro, el deán de la Catedral, Benito Gallego, y el canónigo archivero, Agustín Hevia Vallina. El concejal del PP Eduardo Rodríguez estaba entre los asistentes.

El concierto comenzó con el concierto grosso en Sol mayor, po.6, nº 1, de Heandel, bajo la dirección de Pedro Ordieres. Luego todo fue música netamente ovetense. Gabriel Ordás estrenó su "Stabat Mater speciosa" bajo la dirección de Joaquín Valdeón; siguieron dos obras de Guillermo Martínez, la primera con la gijonesa Ana Peinado como soprano y la segunda con otra carbayona, Lola Casariego.