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Los jóvenes reclaman "más difusión" y "visibilidad" de la programación

La Medalla de Oviedo, la de Plata de Asturias, cientos de fotos firmadas por intérpretes y directores, programas, álbumes de recortes de prensa, fichas de socios y de cada concierto, los libros y folletos editados en los aniversarios de la sociedad. Todas esas cosas forman parte del archivo de la Filarmónica de Oviedo, cubriendo las paredes y llenando los armarios del local de la calle Mendizábal en la que tiene sus oficinas. La historia moderna del Oviedo musical empieza en 1907, el año en el que se crea la Filarmónica. Su supervivencia está ahora en cuestión, por las dificultades económicas por las que atraviesa una entidad en la que merman los socios y apenas hay nuevos abonados y que se ha visto abocada a subir sus cuotas.

Para entender qué ha supuesto la Sociedad Filarmónica para Oviedo hay que echar un vistazo a sus archivos. La directiva de la entidad señala orgullosa las fotografías que cubren las paredes de su local, entre ellas una de Rachmaninov, con su firma. Y lo mismo Rubinstein, que en una dedicatoria a la sociedad ovetense se declara "su amigo incondicional" y que llegó a pasar un par de veranos en Asturias.

El archivo de la Filarmónica de Oviedo sorprendió en su día a la misma Reina Sofía, que lo visitó en 1993 en una de sus estancias en la ciudad, después de asistir a un concierto en el que se interpretó el "Requiem" de Mozart.

Ravel, Falla, Frühbeck de Burgos, Granados, Victoria de los Ángeles, Jessi Norman, Alirio Díaz, Rubistein, Luis Galvé o Pablo Casals son un parte ínfima de los artistas que, de un modo u otro, están ligados a la historia de la sociedad y que han dejado rastro en su archivo.

También queda la huella de los socios. El primero fue el industrial y violinista Carlos Prieto y Fernández de la Llana, de Ribera de Arriba, que mantuvo su abono durante los cincuenta años que vivió en México y cuya pasión por la música pervive en sus hijos. El archivo de la Filarmónica da fe del estreno en un concierto de la Filarmónica de la obra "Tres cantigas de Madre", del compositor Guillermo García Alcalde, o de eventos como la entrega de la insignia de oro al pianista Joaquín Achúcarro. El presidente de la Sociedad Filarmónica, Jaime Álvarez-Buylla, cuenta, entre otras muchas cosas, que Gaspar Cassadó es uno de los artistas que en más ocasiones han actuado para la Filarmónica de Oviedo.

La Sociedad tuvo su primera sede en el Campoamor y su archivo se perdió en el incendio de 1934, durante la revuelta de los mineros. La generosidad de los socios permitió, que entregaron los programas y boletines que guardaban en sus casas, permitieron reconstruirlo en parte.

El nuevo álbum de firmas de la sociedad, abierto cuando la Filarmónica reanudó su actividad tras aquellos acontecimientos, arranca en mayo de 1936 con la firma del pianista Leopoldo Querol.

Alvarez-Buylla cuenta que los orígenes de la Filarmónica se remontan a las reuniones que los melómanos de Oviedo mantenían en el Paraninfo y en el Casino de Oviedo. Menciona sus primeros conciertos, en el desaparecido teatro Celso, y a Saturnino Fresno como a uno de los principales promotores. La sociedad se llamó inicialmente "Casa de la Filarmónica" y consiguió que todo Oviedo se volcara en recaudar fondos para construir un nuevo teatro, con mayor capacidad, y cuyo proyecto le fue encomendado al arquitecto Emilio Martínez. El presidente de la entidad cuenta que, tras trasegar con el Banco Asturiano y el Sabadell, "en 2002 el teatro se vendió al Ayuntamiento de Oviedo y hay un convenio que reconoce a la Sociedad el derecho al uso del local y para los conciertos".

En los años 40 y 50 del siglo XX la Sociedad Filarmónica conectaba a Oviedo, una modesta capital de provincias, con el mundo. Además de los contactos e intercambios con las sociedades hermanas más próximas, los directivos alimentaban una red de contactos que permitía tener en la ciudad a menudo a los más grandes músicos de la historia y mantenían estrechas relaciones de amistad con los artistas.

Recuerda Jaime Alvarez-Buylla como la Sociedad Filarmónica de Oviedo se volcó con los huérfanos de Enrique Granados, que murió con su esposa cuando regresaba de Estados Unidos en el vapor Sussex, bombardeado por un submarino alemán.

La Filarmónica consiguió ligar a la capital asturiana, de una manera sorprendente y gracias al tesón de sus socios, a episodios como ese y a grandísimos artistas, que llegaban a Oviedo desde las grandes capitales del mundo a compartir su música.

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