Si Margot Losa hiciese un listado con todos los alumnos que han pasado por sus clases en las casi cuatro décadas que ejerció como profesora, los resultados serían astronómicos. No en vano, es difícil encontrar en Olloniego a una sola persona que supere los treinta y cinco y que no haya asistido durante su infancia a la "Escuela de Margot", la mujer que enseñó a leer y a escribir a generaciones enteras del pueblo.

Aparcó la docencia a finales de los años ochenta del siglo pasado, pero la huella que dejó en el corazón de Olloniego es imborrable y le ha servido para recibir este año uno de los tres galardones que entrega la Federación de Asociaciones de Vecinos de Oviedo (FAVO) a aquellas personas que a lo largo de su vida han trabajado desinteresadamente en favor de la comunidad en la que residen. Y es que Margot Losa, que ahora luce con alegría 88 abriles, no solo dio lecciones académicas en Olloniego. También colaboró con las fiestas de la localidad, puso en marcha varios grupos de teatro y siempre estuvo dispuesta a echar una mano en el pueblo en la medida de sus posibilidades.

La historia de Margot Losa comienza en Basauri en el año 1931. Nació allí porque su padre era ferroviario y lo habían destinado a la estación de la localidad bilbaína. Pero estalló la Guerra Civil y su corta vida cambió de repente. "Mi padre se unió al bando republicano y nosotros nos vinimos de vuelta a Olloniego con mis abuelos maternos. Entre que estuvo fugado y que después estuvo preso, él se tiró cinco años sin volver a casa", explica la mujer. Margot Losa estudió hasta los nueve años en las Escuelas Nacionales de Olloniego y después su familia se las arregló para enviarla a la Escuela de Comercio de Oviedo. "Me quedaba de pensión en casa de una mujer que era de Olloniego y vivía en la zona de Santo Domingo. Marchaba los lunes de casa con una cestina de manzanas porque teníamos pumarada y así tenía para comer postre durante toda la semana", explica la profesora.

Después de seis años en Oviedo consiguió el título. "Era titulación similar a las de la Formación Profesional actual, algo así como Administración de Empresas, pero yo tenía claro desde un primer momento que mi pasión era la enseñanza", explica. "Lo primero que hice fue sustituir a doña Maruja, que era la profesora de Santianes. Era muy joven, pero después estuve dando clases allí durante muchos años", añade la mujer. Cuando tenía 18 años, Margot Losa montó la academia en la carretera general de Olloniego, donde asistían niños y adolescentes. "Los pequeños iban por la mañana y los mayores por las tardes. Había tres clases diarias y unos treinta alumnos", recuerda la docente sentada en uno de los sillones del salón de su casa.

Los que pasaron por su aula aseguran que tenía un don especial para conectar con los chavales. "El truco era entregarme y ponerme en su lugar. A veces, si se sabían la lección, les daba una peseta o un dibujo que yo les hacía". Y es que también se dice de Margot Losa que "pinta y canta" muy bien. "Teníamos vacas y cuando iba a llindiar cantaba asturianadas", dice. Margot Losa no sólo disfrutaba con los niños en sus clases, también los llevaba de excursión con el buen tiempo. "Íbamos por aquí cerca. Entre los ríos. A mi siempre me encantaron los niños y los de Olloniego siempre me respetaron mucho, nunca he sufrido ese maltrato que ahora denuncian los profesores ni mucho menos. Todavía extraño esas clases y esos momentos", asegura la profesora, que también presume de haber sido una de las precursoras de la igualdad entre géneros. "Yo les enseñaba a todos a coser un botón, a cocinar o a planchar una camisa, ya fuesen chicas o chicos", afirma.

Ahora Margot Losa disfruta con sus cuatro hijos y sus cinco nietos, entre otras cosas. "Necesito estar activa. Leer, caminar por cuestas y caleyas, hacer crucigramas, jugar con mis nietos. Soy un todoterreno", subraya la mujer entre risas.