Las deudas le agobiaron y ayer se le cruzaron los cables. La desesperación era tal que a las diez y cuarto de la mañana se plantó en la sucursal de Bankia -antes Caja Madrid- de la calle Uría y amenazó con volar el edificio si no le daban el dinero de la caja fuerte. No tiene ningún tipo de antecedentes, tampoco parece que tenga ningún trastorno mental, pero sí muchas deudas por un negocio que le salió mal. Un vecino de Oviedo agobiado por no poder pagar lo que debe se convirtió ayer por la mañana a sus 67 años en frustrado atracador de bancos.

No eligió bien ni el día ni el lugar. Dos días antes de Reyes con la zona repleta de compradores y de policías, justo después de que abran las tiendas y en el lugar más céntrico de la ciudad, de hecho allí está la placa que recuerda al Carbayón.

El hombre entró en el banco tapándose la cara con una bufanda y la cabeza con una gorra y le mostró al empleado de la caja un papel en el que ponía que le diesen el dinero.

Al obtener la respuesta negativa del cajero, el asaltante se dirigió a una mesa a hablar con otro empleado que le dice que sí, que vale, que le abre la caja fuerte, pero que tardará una media hora. "Pues espero aquí, pero no hagas tonterías, llevo una bomba", amenazó el atracador mientras mostraba "una especie de detonador que llevaba en el costado". El asaltante insiste en que todo le da igual, que está desesperado. "Me quedan cinco meses de vida y me importa un pijo volar el edificio", explica. El empleado se asustó. "Me enseñó una especie de detonador, estaba muy agresivo" y lógicamente, "aunque estás casi seguro de que es mentira, piensas que, si es verdad, puede volar todo el edificio".

Mientras el atracador amenazaba, los empleados del banco ya habían pulsado el botón de alarma. La Policía tardó apenas unos minutos en llegar. Los agentes estaban de servicio en la zona dentro del plan de comercio seguro. Si la calle Uría es uno de los lugares más vigilados de Oviedo, durante estos días de acumulación de gente haciendo compras, la Policía está por todas partes.

Los dos agentes de paisano vieron abierta la puerta del banco y comprobaron que no había clientes. Entraron como si fuesen a hacer una gestión e inmediatamente se abalanzaron sobre el atracador. "Le tiraron encima de la mesa y caímos patas arriba", explicaba un empleado poco tiempo después y aún sin poder disimular los nervios. "Fue todo muy rápido, le tiraron al suelo y le inmovilizaron", describía. El hombre dejó entonces las amenazas para gritar: "No tengo nada, no tengo nada". Luego comprobaron que en el supuesto explosivo era un paquete del volumen de tres kilos de arroz compuesto de baldosas y metacrilato. El paquete estaba unido con unos cables a un dispositivo electrónico que es lo que el atracador enseñó a los empleados diciéndoles que era el detonador.

No hubo sirenas, no hubo dispositivo especial, sino una actuación discreta de dos policías de paisano que se llevaron al hombre a la Comisaría. Allí reconoció que no estaba enfermo, sino desesperado. Hoy pasará a disposición judicial.