Chema Lorenzo, párroco de Pumarín desde 1997, era un cura querido no sólo por sus feligreses, sino también por sus compañeros. Así quedó patente ayer en su funeral. Imposible entrar en la iglesia de San José de Pumarín. Los pasillos, los laterales del templo y hasta la sacristía estaban abarrotados para despedir a una persona "que deja un hueco irreemplazable", como lo definió Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo, que ofició el funeral ante 120 compañeros curas de Chema Lorenzo y cientos de feligreses.

Sanz Montes recordó cómo un cáncer fulminante acabó con la vida de Lorenzo. "Las personas cercanas venían observando desde hacía semanas que Chema no estaba bien y le convencieron que fuese al médico; se confirmó el peor de los pronósticos", relató el Arzobispo, al que una llamada a las ocho de la mañana del día de Reyes, "cuando todos los niños abren los regalos en sus casas, nos dio una noticia que nos partió la vida".

El relato que hizo el Arzobispo de la vida de Chema Lorenzo fue el de un hombre "de una gran altura humana y pastoral". Un hombre que "dejó huella en Santa Bárbara de Llaranes, donde comenzó su sacerdocio; la JOC, en su tarea de profesor de Religión en el Orfanato Minero y el colegio Santo Ángel y en Sama de Langreo". Esa tarea pastoral continuó al frente de la vicaría del norte hasta que en 1997 se hizo cargo de la parroquia de San José de Pumarín, donde ayer lo despidieron.

Chema Lorenzo, un párroco con una impronta social muy acusada, dejó cientos de amigos, como quedó patente en su funeral. Entre ellos, el profesor de Literatura de la Universidad de Oviedo Jesús Menéndez Peláez, encargado ayer de una de las lecturas durante el oficio religioso. Una ceremonia en la que se vieron lágrimas de algunos feligreses y gestos serios de sus compañeros en la labor pastoral.

El párroco de Pumarín falleció con serenidad, aplicándose lo mismo que había predicado en vida. Él mismo, que había informado al Arzobispo de su enfermedad nada más salir del médico, se lo dijo antes de morir.

Pese a tratarse de un párroco, el propio Sanz Montes reconoció el dolor de todos los que le conocía porque era "un hombre fácil de querer, un hombre ordenado, de profunda fe", El Arzobispo también destacó esa preocupación "por las fronteras y periferias del mundo" que había marcado la vida de Chema Lorenzo, un "cura obrero", como lo definen quienes coincidieron con él a lo largo de los años.

"Despedimos a un hermano que fue pastor bueno y va al encuentro del Buen Pastor", concluyó su homilía el arzobispo de Oviedo.

El cuerpo de Chema Lorenzo fue trasladado a Rano (Quirós), su localidad natal, donde fue enterrado junto a sus padres.