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LEONIDES CUERVO ÁLVAREZ (MARILÉ) | Hostelera y comerciante de San Claudio

"Me gustaba mucho más el San Claudio de antes que el actual, sin apenas vida en la calle"

"Mis padres fundaron el bar-tienda que ahora llevo yo con mi hija; en los buenos tiempos se daban veinte comidas a diario"

"Me gustaba mucho más el San Claudio de antes que el actual, sin apenas vida en la calle"

Leonides Cuervo Álvarez, a la que todo el mundo conoce como Marilé, es una especie de institución en San Claudio, la localidad del concejo en la que vive y donde desarrolla su actividad profesional. Marilé, hostelera y comerciante a partes iguales, heredó de sus padres un popular bar-tienda que se mantiene con el paso de los años y que ahora regenta con su hija. Las mesas, el mostrador y, en general, todo el interior del local hablan de unos tiempos en los que el pueblo bullía de vida y actividad industrial.

Los años de la prosperidad. "Nací en San Claudio y aquí me crié. Cuando era pequeña el pueblo lucía bastante diferente, mucho más comercial que ahora y lleno de la vida que fomentaban las empresas que ahora se encuentran cerradas. Teníamos la cerámica, tejeras y la fábrica de loza, entre otras industrias. A su lado florecían otros negocios. En los años sesenta San Claudio contaba con más de 2.000 habitantes y más de 1.000 puestos de trabajo. Además, todo el mundo tenía algo de huerta y ganado. La verdad es que se vivía muy bien".

El colegio y las horas en el negocio familiar. "Empecé en la escuela en San Claudio y más adelante me mandaron a colegio La Milagrosa, en Oviedo. La verdad es que apenas noté el cambio. Estaba muy cerca y nunca dejé de vivir en San Claudio. Hice la EGB y después ya me quedé con mi madre en el negocio. Ella lo llevó hasta que se jubiló. Incluso ya retirada seguía siendo la jefa. Mi madre era una mujer luchadora y con carácter. Falleció a los 97 años, en 2015. Estuvo bastante bien hasta los 95. Todavía daba órdenes, y aquello era muy buena señal".

Descendiente de dos valientes emprendedores. "Mis padres fundaron el negocio en 1943, como quien dice, en plena posguerra. Por esta casa pasaba todo el mundo. Al estar en la carretera general era muy fácil de encontrar. A mí siempre me gustó estar detrás del mostrador. De pequeña ya pasaba muchas horas aquí con mi madre. También tengo un hermano mayor, que trabaja en otro sector totalmente diferente. En los buenos años de las fábricas dábamos más de veinte comidas diarias. Venían muchos trabajadores. También teníamos muchísimo trabajo. Había que espabilarse de lo lindo".

El declive económico y la expansión residencial. "Notamos mucho los cierres de las fábricas, como es lógico. Es verdad que también se construyeron muchas viviendas, pero el pueblo perdió movimiento. Los nuevos residentes trabajan en Oviedo y prácticamente vienen a dormir. A mí me da mucha pena ver cómo están de abandonadas las antiguas zonas industriales. Desde luego, el San Claudio de antes me gustaba mucho más que el actual. El pueblo tenía, y tiene, muy buenas comunicaciones, por ferrocarril y autobús".

Relevo generacional garantizado. "Tengo una hija de 44 años que trabaja aquí conmigo y esperemos que siga. La verdad es que muchas alternativas tampoco hay. Lo que más me gusta de mi trabajo es el contacto con la gente. El local funciona mucho como chigre de pueblo para la gente mayor. Ahora apenas se hacen partidas de cartas o de dominó, pero sí hay tertulias a mediodía. Aquí se junta bastante gente de una edad media bastante alta, eso es así. Los jóvenes también entran, pero hay muchos menos".

Unas fiestas con fama en toda Asturias. "Entre los atractivos de San Claudio estaban unas fiestas que tenían fama en toda Asturias. Me acuerdo cuando se celebraban al lado de mi casa. Venía mucha gente de otros pueblos y de Oviedo. Las actuaciones eran fabulosas. Ahora también siguen celebrándose. Mi madre cocinaba fabada y la servía en el patio. Ahora ya no damos comidas. Nos exigen tanto desde la Administración que resulta imposible. La verdad es que nos machacan a impuestos. Sólo en derechos de autor, con la tele, se nos va un dineral todos los años. Siempre pagamos los mismos. A los pequeños nos atacan por todos los lados. Los fines de semana había cine y un baile, al que jamás fui. No soy nada bailarina. La juventud se reunía en el centro social, que era el hogar del productor; se hacían juegos para los niños y la gente hacía mucha vida en la calle".

El marido que llegó de Trubia a trabajar en la fábrica de loza. "Mi marido es de Trubia. Trabajaba en Fuente Trubia, la fábrica de loza, y nos conocimos aquí. Por supuesto, nunca nos planteamos marcharnos de San Claudio. Me gusta mi pueblo y también soy una gran defensora de la tradición. Por ejemplo, pienso que los bares-tienda son un tesoro que debemos cuidar. Fomentan el contacto entre la gente y eso es muy importante. Cuando vas a una gran superficie no puedes preguntar nada, no encuentras ayuda por ningún lado. Nosotros procuramos abastecernos con productos autóctonos: los domingos vamos a Grao al mercado y traemos fabes, quesos y verduras que luego vamos vendiendo. Los clientes aprecian las cosas buenas. Luego está la relación del tendero con el cliente. Yo no me aburro en ningún momento, la verdad. Por la mañana abrimos a las ocho. Cerramos a mediodía y luego volvemos a abrir hasta las diez. Sobre todo estoy orgullosa de seguir adelante con algo que levantaron mis padres, que trabajaron muchísimo. Mi madre vendía ropa, zapatillas y madreñas, pero eso ya no lo tenemos. También hacía matanzas de cerdos y luego ponía a la venta el embutido".

Más plazas de parking y un recinto ferial. "Para San Claudio pido más aparcamientos, que nos hacen falta, y que se arreglen los terrenos de la fábrica de loza. Estaría bien hacer allí un recinto ferial, que en Oviedo no tenemos. Eso volvería a animar mucho la localidad y crearía empleo. También veo necesario suprimir el paso a nivel de las vías, dar un uso a las antiguas escuelas y hacer más parques y equipamientos de ocio para los niños de la zona".

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