Susi Ordóñez es de Figaredo (Mieres), su padre era "factor" de Feve y por eso tenía el kilométrico, aquella tarjetina que permitía viajar gratis en tren. Cuando Ordóñez tenía 9 años viajaba con sus amigas de la misma edad hasta Oviedo para ir al cine al teatro Filarmónica o al Campoamor, "a nadie se le pasaría hoy por la cabeza dejar viajar sola a una niña de nueve años pero es que los revisores, los maquinistas y todos los empleados de Feve nos conocían", explica.

Es alguno de los recuerdos que tiene esta mujer que ayer formó parte del nutrido grupo e personas que visitó los murales de azulejos de la antigua estación del Vasco que se conservan ahora en las instalaciones ferroviarias de la calle Uría. La visita, dirigida por Ángel de la Fuente, estaba organizada por la comisión de cultura del Centro Asturiano.

La estación del Vasco era, en palabras del guía, "uno de los centros neurálgicos de Oviedo". Allí se reunían al día miles de personas que iban y venían y que entretanto establecían todo tipo de relaciones.

Ordóñez recuerda como siendo una niña viajaba con su madre para hacer la compra en Oviedo. Aquellos momentos permanecen muy vivos en su memoria: "comprábamos pasteles en Camilo de Blas, mi madre compraba una revista y yo un "tebeo" pero nunca lo leía porque me sentaba en un banco del andén y me quedaba mirando los azulejos". Uno de los paneles que más le llamaba la atención a aquella niña era el de la empresa de saneamiento de Alberto M. Avello en el que se ve a una criada bañando a un niño. Ayer Susi Ordóñez volvió a ver el mural después de varias décadas. Además atendió a la explicación de Ángel de la Fuente que a través de la publicidad describió el Oviedo de la segunda parte de la revolución industrial, al que ya había llegado el agua y la luz y que crecía más allá del Oviedo redondo.