El primer partido del año del Real Oviedo Rugby en casa tuvo el mismo denominador común que las temporadas anteriores: el barro. El Ayuntamiento y el Principado no alcanzaron ningún acuerdo en 2017 ni en lo que va de 2018 para que el terreno, propiedad del Gobierno regional, pase a manos del municipio por medio de una cesión que permita instalar césped artificial en el terreno de juego del Naranco. Así las cosas, los jugadores saltaron a un campo desigual sin apenas zonas verdes en el que la mital izquierda era un lodazal. Los azules se impusieron al Durango por 43 a 8 y como es habitual acabaron irreconocibles a causa del fango.

"El campo está mejor que hace dos días. El jueves unos operarios de Parques y Jardines pasaron un rodillo para intentar drenar e igualar el terreno. La parte derecha tenía un pase pero en la izquierda se hundía hasta la máquina". El presidente del Oviedo Rugby, Francisco Baruque, se paseaba ayer de un lado a otro minutos antes de que empezara un partido trascendental para el equipo -colista- de cara a la permanencia en División de Honor B. Estaba pendiente de todo. Desde el estado del terreno hasta el de los baños y los vestuarios. "No es lógico que el Ayuntamiento haya aceptado la cesión del campo de fútbol del Juvencia por 50 años y no acabe de asumir la del nuestro", reflexionaba mientras revisaba las instalaciones deportivas. Además de aceptar esa cesión, el tripartito aprobó una partida de 390.000 euros para cambiarle el césped al Juvencia e instalar riego automático. Según el Oviedo Rugby, los costes del nuevo terreno de juego artificial del Naranco serían de unos 300.000 euros.

Los jugadores salieron al campo con la equipación impoluta pero no pasaron ni dos minutos hasta que se tiñeron de marrón. De vez en cuando, de manera casi sincronizada, algún jugador de uno y otro equipo se acercaba a la banda para pedir una botella de agua. No se la bebía. Se la echaba por la cara para quitarse el barro de los ojos entre los vítores y los ánimos de las gradas.

Entre el público había gente tan dispar como el médico Jaime Martínez, presidente de la Ópera y expresidente del Real Oviedo Rugby, o el campeón de pres banca, Julio García, vestido con un "kilt" escocés. "Es una pena que el campo de un deporte tan noble esté así", comentó un emocionado Martínez antes de abandonar el campo tras la victoria de casa.

El club tiene la sensación de que las Administraciones le han dado la espalda. La directiva, los socios, los jugadores y hasta los padres de las categorías inferiores están cansados de esperar un dinero público que no llega y se han puesto manos a la obra. "Mira, esta pared blanca hace unos meses era verde por el moho. Queremos convertir este cuarto en un gimnasio comprando un aparato por año".

Baruque mostró el espacio atechado que hay bajo las gradas. Las necesidades del Oviedo Rugby pasan por habilitar un vestuario femenino hoy inexistente y un lugar de reunión en invierno con los equipos contrarios durante el llamado "Tercer tiempo". Las donaciones y los regalos son sus principales bazas. Por ejemplo, hay quien les ha dado material de traspaso de un bar. "Tenemos un equipo de arquitectos y albañiles que nos ayudan por amor al arte". Para el presidente, más allá de las pequeñas chapuzas, existen deficiencias que necesitan de la intervención del Gobierno local o regional. En la lista está el cambio del césped, la ampliación del aparcamiento y la reparación del firme, la mejora de la luz del camino de acceso y un segundo terreno de juego. Así habría uno para competir y otro para entrenar.