El historiador Juan Fernández Hortigüela (Madrid, 1942) es un profundo conocedor de la historia de la presencia española en el Pacífico y, en especial, en Filipinas. Es autor de numerosos ensayos y estudios sobre el particular. El último de ellos se titula "Proceso político contra el último de Filipinas" (Editorial Punto Rojo) y está dedicado a la figura del dominico asturiano Fr. Bernardino Nozaleda y Villa, nacido en San Andrés de Cuenya (Nava), el último arzobispo español que, en 1902, abandonó la ya excolonia de España. El libro se presenta el jueves, día 25, en la parroquia de los Dominicos de Oviedo, a las 19,30 horas. La entrada a la sala donde tendrá lugar la presentación es por la calle Fernando Alonso, número 2. La presentación de esta volumen forma parte de los actos organizados con motivo del 500 aniversario de la presencia de los Dominicos en Asturias.

"Tras el desastre de 1898, Bernardino Nozaleda se quedó en Filipinas como gran responsable para gestionar y ocuparse los últimos asuntos de la iglesia española, y encargarse de algunos asuntos civiles y del gobierno", explica el autor de este estudio histórico. Hortigüela confiesa que, del personaje, le atrajo el "sufrimiento" por el que tuvo que pasar al quedarse en Filipinas tras la derrota española cómo tuvo que publicar su libro "Defensa Obligada" "para defenderse, en España de calumnias, insultos e ingratitudes".

Hortigüela subraya que Nozaleda es un personaje olvidado. Un olvido que "sin duda, está al mismo nivel del que los españoles tienen sobre la historia de España y, muy particularmente, sobre la historia de Filipinas". No obstante, este historiador enumera una serie de logros del dominico asturiano: "Su labor evangelizadora en Filipinas, desde su llegada las Islas en el año 1973; su profesorado en la prestigiosa Universidad de Santo Tomás de Manila y en el colegio de San Juan de Letrán; su gestión de la mitra arzobispal de Manila, desde el año 1888; su intervención social y pastoral durante las tres guerras que tuvo que sufrir en Filipinas: en 1896 la revolución filipina del Katipunan contra los españoles, en 1898 la intervención armada norteamericana-filipina contra España y, finalmente, la guerra filipino-norteamericana entre 1899 y1902".

Nozaleda fue presidente de la junta civil durante el asedio de Manila y, cuando la ciudad cayó en manos de los rebeldes filipinos y de los estadounidenses, medió ante EE UU para la repatriación de los prisioneros españoles. En 1902, el Vaticano aceptó su renuncia y Nozaleda expresó su deseo de retirarse a un convento. Aunque el Partido Conservador le propuso como arzobispo de Valencia, el dominico naveto rechazó el nombramiento a causa de las graves acusaciones de los liberales radicales que, en el Congreso y en la prensa, lo tildaban de antipatriota. "La prensa liberal radical y de izquierdas de la época llegó a desear al muerte del arzobispo Nozaleda", precisa Hortigüela.

Antonio Maura lo defendió en el Congreso en 1904 y él mismo se explicó en el volumen "Defensa Obligada". ¿Fue un patriota o fue un traidor? Responde Hortigüela: "En algunos párrafos del libro, escribo que dejo al criterio del lector esta respuesta. Pero a mí no me pareció ni un traidor ni un patriota. Fue un gran cumplidor, hasta el final de sus obligaciones civiles y eclesiásticas. Abundando más en la respuesta diré que, del juicio político a que fue sometido, fue indultado y libre de toda culpa, aunque hubo, y hay, lógicamente, opiniones encontradas al respecto".

La peripecia vital del obispo Nozaleda brinda, a juicio del autor del volumen sobre su figura, varias enseñanzas. "En primer y fundamental lugar, debemos conocer nuestra historia y a sus protagonistas. En el libro hago unas breves reseñas, generales, de la historia de Filipinas y de la labor y huellas que dejaron, como las demás religiones españolas, los frailes de la Orden de Predicadores. Después, debemos informarnos de los sacrificios de una persona que, muy al final de su presencia en Manila, tuvo que defender, además, la religión española frente a la nueva iglesia que se formaba en Filipinas por los religiosos seculares, la Iglesia Filipina Independiente (IFI) que, prácticamente, ha pasado a ser una religión protestante más y residual en Filipinas".