"En estas cajas metemos a los canarios media hora antes de que se sometan al jurado. Están acostumbrados y salen a darlo todo". El vicepresidente de la Sociedad de Canaricultores "El Carbayón", Justino Díaz, habla de 300 pájaros igual que si lo hiciera de concursantes de Operación Triunfo. En realidad son los participantes del LXVIII Concurso de canto timbrado español que han llegado a Oviedo procedentes de Cantabria, País Vasco, Galicia, Castilla y León, Andalucía y Murcia. Algunos están en la capital asturiana desde el pasado viernes, pero todos se quedarán hasta mañana para conocer la decisión del tribunal sobre el mejor equipo de cantor y los mejores ejemplares individuales.

El concurso se celebra en un bajo de la calle Sacramento. Es la sede del Grupo de Montaña Monsacro. Los canaricultores llegaron a un acuerdo con los senderistas hace más de medio siglo para tener un lugar en el que cobijar a los pequeños cantores una vez al año. "El Carbayón" es la segunda sociedad más antigua de Oviedo por detrás de "La Balesquida". Un grupo de avicultores decidió formalizar las interminables tertulias que mantenían poniéndose a la altura de otras grandes ciudades. Corría el año 1950. En Vetusta había bastante afición por las aves e incluso había dos jueces de canto; Rafael Martínez Bouzo y Chus Gómez del Cueto. El primero tenía una pequeña tienda en la plaza del Sol en la que vendía comida para pájaros cuando no estaba de viaje.

Juez internacional

Leopoldo Tamargo paraba por allí de niño fascinado por los pájaros y el hecho de que alguien pudiera conocer mundo puntuando melodías. Ahora es juez internacional. Compagina esa actividad -un hobby, para él- con su trabajo como distribuidor de calzado. Es uno de los 17 jueces que hay en España y uno de los tres de Asturias. "Hay tres razas: timbrado español, malinois y roller. La experiencia permite diferenciarlos". Tras superar un examen teórico y otro práctico, se convirtió en el único juez ovetense de su especialidad. Cinco años después adquirió el rango internacional y ahora forma parte del tribunal de la calle Sacramento.

Allí los canaricultores llevan y traen jaulas sin prisa pero sin pausa. Los pájaros están media hora a oscuras antes de ponerse frente al jurado en una cabina de cristal. Tienen 15 minutos para mostrar sus dotes. Sus cuidadores les enseñan a hacerlo. De hecho, suelen tener en casa una cabina similar para que canten nada más entrar. El campeón absolto es el bilbaíno Julio Martín, que le saca 88 puntos al segundo. Está en Oviedo y sus canarios prometen.