La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los cultivos del Paraíso

Aguacates, los de Pravia

Si el proyecto para plantar persea americana en el concejo llega a buen puerto será una gran hazaña, ya que el fruto es muy delicado

Un aguacate partido a la mitad, decorado con la Cruz de la Victoria. Pelayo Fernández

Lo de los pravianos es mucho. Y no de ahora, sino desde Ptolomeo por lo menos. Recuerden que fueron capaces de ligárselo para que les hiciese propaganda ya de aquella. Como los egipcios, aprovecharon los limos del Nalón, Narcea y Aranguín para armar una vega hortícola de caer de espalda. No les bastó con eso, no, ni con los salmones. Les levantaron a los de Les Cuenques el monarca y la peana, y se convirtieron en capital del reino hasta que Alfonso II tiró para Ovetus.

Pero les dio igual; como buenos publicistas montaron la historia aquella de los cuervos fartucándose de moros para diseñar el mupi que aún siguen usando, con los seis pájaros mirando para la otra orilla por si cae algún que otro sarraceno por el lado de Beifar. Marketing puro. Gente lista, hay que reconocerlo. No sé si lo saben: en las naos de Magallanes ya iba un lugareño -Miguel de Pravia-, escuchándolo todo. Y cuando alguien trajo les fabes de la granja desde América, se movieron como nadie, escogieron las mejores, seleccionaron, y crearon una faba de Pasarela Cibeles. No hay más que ir al Certamen de la Huerta para ver a donde llegaron, hasta el momento.

La Corte marchó, pero ellos siguieron creciendo, y construyeron una ciudad de primera, tanto que hoy el centro está catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC), con el resto del concejo lleno de palacetes de indianos. Porque los pravianos son así. En Santianes vivían los reyes; los siglos carcomieron el lugar, pero hoy un museo del medievo muestra las esencias de aquel reinín. Hasta uno de los jabones más famosos de España lleva su nombre. Cuentan que en los años veinte un veraneante, paseando un día de agosto por allí vio en un prado gente a la hierba y le encantó el aroma, tanto que quiso recrearlo en uno de los jabones que fabricaba. Como se nota que no era él quien tenía que andar esparciendo, volviendo, y haciendo balagares cuando más pica el sol?Y con la llegada del tren también la armaron. No les sirvió una estación como las de los demás, que va. Prepararon una grande, muy curiosa y montaron un nudo de comunicaciones, desde el que se viaja hacia el interior, la costa o el occidente. Y todavía querían un trazado a Castilla, por Villablino. Son insaciables. En 1954 estos dichosos pravianos se metieron en el negocio del café. Hoy miles y miles de kilos de semillas de Arábica y Robusta traídos de países exóticos son transformados en granos de aroma exquisito. Y los comercializan por medio mundo Por si todo esto no les bastase, no hace tanto oyeron hablar del kiwi, un fruto desconocido con aspecto de ratón que sólo explotaban en Nueva Zelanda, y que tenía vitamina C para aburrir. Y lo trincaron. Actualmente son productores punteros y grandes comercializadores de uno de los mejores kiwis conocidos.

Ahora en la feraz vega de Pravia han comenzado a cultivar aguacate. Esa sí que es gorda. El aguacate, Persea americana, o Palta en Argentina, es un cultivo tropical, y nuestro Principado no está en el Caribe. Pero seguro que estos pravianos del demonio consiguen cosecharlo. Sospecho que habrán elegido cultivares que resisten heladas leves, que los hay. Pero no sé cómo van a resolver el asunto de la humedad tan dañina, pues permite el desarrollo de un hongo peligroso, la Phytophthora, aunque trabajen bajo techo.

En estado libre son árboles de gran porte; cultivados se parecen a una pomarada moderna. El cultivo de por sí es muy delicado. Pero si lo logran, con dos árboles -uno solo no poliniza- se inflarán a comer guacamole, o la pulpa, que por su riqueza en grasa vegetal a base de ácido oleico, como el aceite de oliva, es pura manteca. Resumiendo, de esta gente aguacates y cualquier cosa, valga de ejemplo que uno de ellos, un tal Juan, acaba de ir en bici al Polo. Y no hablo del gran Balbín. En fin, que son un peligro.

Compartir el artículo

stats