Oviedo rindió tributo ayer a un hombre "de vida, conducta y enseñanzas ejemplares". Así definió el poeta Antonio Gamoneda a Pedro Caravia Hevia (Gijón, 1902-Gobiendes, 1984), quien durante años impartió su magisterio en el Instituto Alfonso II pero también en numerosas charlas y conferencias en la ciudad.

El Foro Jovellanos organizó un homenaje en el Paraninfo de la Universidad que se llenó de viejos alumnos de sus clases de literatura y filosofía. Don Pedro, como le llamaban y le llaman sus discípulos, fue "ejemplo de sabiduría y dignidad". Así lo describió ayer Ignacio García Arango-Cienfuegos Jovellanos, presidente del Foro Jovellanos, que enlazó la figura del homenajeado con el prócer gijonés: "Almas y vidas paralelas", dijo, "en las que primaba la verdad y la solidaridad", dos personas que entendían que "la libertad es un bien esencial del ser humano" y que defendían que no se puede "pensar sin ideología" pero sí "más allá de la ideología".

Pedro Caravia "mantuvo viva en Oviedo la llama de la filosofía durante los años de plomo", recalcó el presidente del Foro Jovellanos, y lanzó también la idea de colocar una placa en recuerdo del maestro en el Alfonso II, iniciativa que fue respaldada por todos los que intervinieron después.

La vida de Pedro Caravia estuvo marcada por sus estudios en la Universidad Complutense de Madrid y por su asistencia a las tertulias y a los actos culturales de la capital. Allí coincidió con todos, desde la Generación del 98 hasta la Generación del 50. Desde Valle y Ortega a Gil de Biedma pasando por Lorca o Buñuel. Una Universidad con un claustro de profesores "que era un auténtico Siglo de Oro" y visitas a las tertulias de Pombo o la que organizaba Gómez de la Serna en Platerías. Caravia "vivió con intensidad aquella fiebre de la de la cultura española", explicó el exconsejero Jorge Fernández Bustillo, discípulo de Caravia y catedrático de filosofía. Bustillo detalló como cuando los alumnos acompañaban al profesor en sus visitas a Casa Bango, en el Fontán, a la Galería Benedett, en la calle Jovellanos, o a las conferencias en el salón de Cajastur, en la Plaza de la Escandalera, "le tirábamos de la lengua para que nos hablase de todo lo que había vivido en Madrid pero pocas veces aludía a aquellos nombres que esperábamos, salvo a su amigo Unamuno y su amistad con aspectos románticos con María Zambrano".

Bustillo, que definió al maestro como "un hombre sabio e íntegro", insistió, en nombre de todos los presentes en que no quieren "que su nombre se diluya en el tiempo".

Ni el nombre ni la persona están en el olvido. Todos los que tuvieron el honor de asistir a sus clases encontraron una referencia. "Nos enseñó a apreciar la literatura, el arte y la filosofía", resumió el matemático Jesús Hernández, para quien la enseñanza más importante fue que les enseñó "a desconfiar, una tarea muy necesaria". Hernández recordó también cómo les había puesto en suerte los libros de Conrad o Camus y que leía poesía "admirablemente bien".

Una anécdota con la poesía le quedó marcada a otro de los alumnos, el físico Francisco Fierro. El profesor Caravia propuso en clase un comentario filosófico de aquellos versos de Machado: "El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas; / es ojo porque te ve". "Aún no he conseguido salir de ahí", bromeó.

El cariño y el respeto que le tributan quienes le conocieron contrasta con lo que ayer afirmó Antonio Gamoneda, que Caravia "no siempre fue bien tratado por la política y la sociedad". El poeta ovetense afincado en León, que tuvo una larga y discontinua amistad con el homenajeado, centró su breve intervención en la faceta del profesor como crítico de arte, e incidió en un aspecto casi poético, sus problemas oftalmológicos. "Con una mirada pobre generaba una visión rica", insistió Gamoneda, "tenía una gran sensibilidad y capacidad crítica para la pintura "pese a su vista lesionada por la enfermedad".

Jugando con la visión viajó Gamoneda a otro de los aspectos que más le llamaban la atención del profesor del Alfonso II, su ironía. "Más que un rasgo de su personalidad era una actitud en la que se transcendía a sí mismo".

Las enseñanzas de Pedro Caravia siguen vivas en sus alumnos, a los que enseñó "a pensar, a dialogar con uno mismo y con los demás", en palabras del presidente del Foro Jovellanos. También les enseñó a leer y ayer Antonio Gamoneda confesó haberse convertido en alumno y saldar una deuda pendiente, la que tenía con Joseph Conrad. El rector de la Universidad de Oviedo, Santiago García Granda, cerró el homenaje "a un hombre sabio y serio, cuyo recuerdo debe ser un modelo de convivencia".