Cada 31 de enero el poeta y "nombrador" Fernando Beltrán (Oviedo, 1956) vuelve a empezar "Cien años de soledad". La obra de Gabriel García Márquez, que llegó a sus manos a través de una joven peruana que conoció en la Biblioteca Nacional, fue una especie de catarsis en su existencia. "Leí el libro y se me despejaron todas las dudas sobre lo que quería hacer en la vida".

Lo confesó ayer en la conferencia que ofreció en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, dentro del ciclo "Tras la huella del Tigre", organizado por Tribuna Ciudadana. "Aquella lectura fue el comienzo de esa gran ilusión, del amor a las palabras", recalcó.

Y precisamente "La gran ilusión. Vida y poesía" fue el título elegido por Beltrán para hablar en el Club de LA NUEVA ESPAÑA, "el periódico que llegaba a casa cada mañana y con el que yo demostraba a mis padres que sabía leer". Ocurría en Oviedo, la ciudad natal que a los 8 años tuvo que cambiar por Madrid, "y en la que siempre tiemblo cuando hablo, como arrastrado por un remolino". Un auténtico río de emociones y sensaciones fue lo que transmitió Beltrán al público, al que habló de esa relación profunda que mantiene con la poesía, su auténtica vocación. "Si los poetas tenemos una misión en la vida es la de estirar las cosas, agitarlas, ensancharlas y llevarlas más allá".

Cada vez que Beltrán regresa a Oviedo también revisita los ya imaginarios descampados que bordeaban su casa en la calle Santa Susana. "Salí de Oviedo a tortas. Tuve suerte porque me llevé las metáforas intactas de la infancia. Tuve la suerte de nacer en una ciudad en la que hasta los charcos tenían nombre".

Esa capacidad de poner nombre a las cosas, que convirtió a Beltrán en un empresario de éxito, también compensa las palabras de su padre, que siempre mantiene frescas en el corazón: "Nunca llegarás a nada". Por fortuna, el padre se equivocó en aquel diagnóstico hecho desde el cariño y la preocupación por un hijo que pasó de ser un niño modelo en Oviedo a convertirse en un pésimo estudiante en el Madrid que llegó a querer con los años. "Una de las cosas que he aprendido últimamente es que cuando crees que ya has contado todo es cuando queda más por contar", aseguró.

Fernando Beltrán fue presentado por sus amigo Leopoldo Sánchez Torre, profesor de Literatura de la Universidad de Oviedo, quien aseguró que "la traducción poética que hace Fernando Beltrán de la vida, de la existencia, es compleja, no es complaciente". "Tiene el don de saber mirar, de ver esas rendijas que los otros no vemos", añadió.