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El obelisco que nunca se alzó

El monumento tenía como finalidad conmemorar la multitudinaria - manifestación de marzo de 1881 contra el trazado ferroviario de Pajares

Una imagen de la calle de Cimadevilla a finales del XIX.

Como decía un amigo de la cuenca del Caudal: "montose la de mi madre". Transcurría el mes de marzo de 1881, cuando Asturias se levantó en pie de guerra. Nadie faltó a la cita, el espectro social al completo y cada uno en su puesto. Desde la primera corporación de la provincia hasta la del concejo más pequeño. Desde el poder del capital, pasando por las instituciones universitarias y los cargos oficiales más importantes.

Todos ellos, y el resto de la población: comerciantes, funcionarios, obreros y aldeanos se sumaron a la protesta que originó la multitudinaria manifestación del 27 de marzo, haciendo causa común para defender el porvenir económico de nuestro Principado. Eran tiempos más responsables y solidarios. La sociedad hizo piña, quizás ofreciendo un preclaro ejemplo de como se realiza una petición fundada mediante una protesta justificada. No como en la actualidad, que cada uno anda a su libre albedrío; díganselo a los mediocres políticos de turno y a las directrices de sus partidos.

La historia de Asturias, ya saben, va unida a las comunicaciones con la meseta, sobremanera con el tema ferroviario, del que tenemos una acertada analogía con lo sucedido en el último tercio del siglo XIX. Si con la famosa Variante llevamos cerca de 15 años y los que te rondaré -tienen pinta de duplicarse sin que empresarios, pueblo y políticos digan esta boca es mía-, sin propiciar otra manifestación gigante para que el gobierno central y el Ministerio correspondiente se enteren y tomen decisiones acertadas.

Ya en 1880, cuando el peligro comenzó a manifestarse, los estamentos sociales se pronunciaron en contra de los anunciados proyectos. ¿Qué ocurrió? Más o menos como en el presente. En el trazado del ferrocarril León Gijón existía un vacío. Los trenes llegaban a Busdongo, desde dicho pueblo hasta enlazar con el de Pola de Lena había que hacer el recorrido en diligencia o a caballo. Menudo incordio, a pesar de que ya había un avanzado estudio para salvar las pendientes de Pajares.

Se adjudicó la obra a la empresa Donon que, con la permisividad de Madrid, mediante abusos y especulaciones de todo género, pretendió introducir una variación esencial en el trazado aprobado para el paso del puerto, alterando las condiciones económicas de la explotación; a esto equivalía acortar el trayecto y aumentar la pendiente de veinte milésimas, dada como máxima, hasta el inusitado límite de un tres y medio por ciento, cuya dificilísima explotación costaba mucho más del doble por tren y kilómetro.

La Diputación Provincial, los municipios, la Sociedad Económica de amigos del País, la Liga de contribuyentes y un sinfín de pueblos elevaron su protesta a la representación nacional y al Gobierno, haciendo notar la gravedad del nuevo plan. Por cierto, para no variar la tradición, con escaso resultado.

Asturias no se cruzó de brazos apelando a la complacencia mal entendida a y lo mal que nos quieren los de la Capital del Reino. ¡Qué va!, dijeron, ahora vamos a por todas y os vais a enterar de cómo las gastamos por estas tierras. Fue el Ayuntamiento de Lena el primero en dar la voz de alarma de lo que el señor Donon pretendía hacer entre Puente de los Fierros y Tibigracia, construyendo la famosa cremallera, por lo que propone, al resto de corporaciones, acudir a las Cortes. Así se gestó la gloriosa manifestación de aquel domingo, 27 de marzo.

No arredró a los ovetenses el orbayu que humedeció Oviedo desde las primeras horas del sábado 26. Hasta la primera luneta de la Tenderina se fue agolpando el gentío a la espera de los primeros manifestantes en hacer acto de presencia en nuestras calles. Fueron los de Villaviciosa los más madrugadores. Animados pasodobles sonaban por doquier, mezclados con los estampidos de cohetes, más los alborozados gritos de bienvenida. Ya estaban ultimados los detalles del gran acto: en cada pecho un lazo azul de protesta, estandartes, colgaduras, balcones iluminados, carteles, coplas, proclamas, suplementos de periódico? Las gentes iban y venían apresuradas, pero siempre con tiempo para detenerse en los corrillos; los comercios con sus puertas abiertas y nadie pensaba en descansar. Hasta el humorismo popular se manifestó en cantares como los siguientes: En el alto de Pajares No me vengas con pendientes/se oye una voz repitiendo ni curvas de radio, chico/ ¡No será lo que tú quieras porque no tenemos ganas/que será lo que yo quiero!/de rompernos el bautismo.

El domingo, para no ser menos, también amaneció lluvioso. Las bandas de música acudieron a las entradas por carretera y a la estación de ferrocarril, a recibir a los miles de manifestantes que se fueron concentrando en la Plaza de la Constitución y en calle Cimadevilla, aprovechando para tomar un piscolabis en el Café Colón.

A las doce se celebró una concentración en el Circo Lesaca, lugar en el que tomaron la palabra autoridades regionales y alcaldes de los principales concejos; interviniendo, asimismo, el presidente del Casino, Marcelino Pedregal; el de la Cámara de Comercio, Aureliano San Román; por la prensa, Félix Aramburu; por los obreros, Wenceslao Guisasola; por la clase escolar, don Manuel González y por la Junta asturiana, José Alegre y Fermín Canella.

No dejaron de agitarse las banderas ni dejó de sonar la música en todo el recorrido por las calles de la Magdalena, Plaza Mayor, Porlier, San Juan, Tras la Cerca, San Vicente, Canóniga, Plaza de la Catedral, San Antonio y Cimadevilla.

Cómo sería el eco de la manifestación que, un mes más tarde, el 22 de abril, convocada por el director de La Revista de la Sociedad Económica de Amigos del País, se celebró una reunión para presentar el proyecto del Obelisco conmemorativo, realizado por el arquitecto provincial Javier Aguirre, con un presupuesto de 15.000 pesetas.

Así finalizaba la circular remitida a la Diputación y a los municipios: "(?) contribuyamos todos a perpetuar aquel sentimiento de fraternal alegría que experimentamos ante el grandioso espectáculo del 27 de Marzo, que si supo hermanarse dignamente con lo que la historia conserva en sus páginas para honra nuestra, también puede servir como lección y estímulo en el porvenir de esta querida Asturias".

Mira por dónde, si no hubiera sido por los imponderables, Oviedo, a través de su bello obelisco, estaría hermanado con las Plaza de San Pedro y del Popolo, en El Vaticano; de Constantino, en Estambul; de Luxor, en la Plaza de la Concordia, en París; en Buenos Aires en la Plaza de la República o el de Washington. De hecho, el Ayuntamiento de Oviedo fue el primero en adherirse a su erección con una suma de 1000 pesetas. Tras él se pronunciaron a favor, prometiendo una cantidad adecuada a sus recursos, los de Gijón, Mieres y Teverga. Hasta los asturianos de América se sumaron para contribuir a su construcción.

Tan magno acontecimiento bien merecía lucirse en un lugar ideal. El Ayuntamiento, de acuerdo con la Junta Asturiana por la defensa del ferrocarril, decidió emplazarlo en el punto de intersección de la calle de Uría con la carretera municipal que conduce a la Silla del Rey, "teniendo alrededor carretera de ocho metros, faja de jardín y paseo, quedando convertido en jardines el espacio comprendido entre este paseo, camino que conduce al Botánico junto al hospital, sale de la Magdalena del Campo, carretera del Estado a la Silla del Rey, y punto de bifurcación de esta con la municipal, que va al mismo sitio".

¡Memorable espacio para tan merecido monumento! Durante un tiempo, escaso, las autoridades siguieron apostando por él. Lo malo es que, a mediados de julio, diecinueve Ayuntamientos aún no habían colaborado en nada, y los trabajos debían estar listos para el día de San Mateo.

La situación iba de mal en peor. Parece ser que el diputado Alejandro Pidal estaba en contra del dichoso ferrocarril. A finales de agosto, la anunciada inauguración del obelisco se dio por muerta. Que a nadie le parezca mal, pero esta historia hace honor al carácter asturiano: loco vano y mal cristiano, que en cuanto le pasa el furor inicial entra en fase de hastío, bosteza y se olvida. ¡Que pena! Bien podía figurar Oviedo en España como "La ciudad del obelisco".

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